domingo, 17 de enero de 2010

III

Trazos firmes de una mano infantil pintan mi mundo. Colorida y luminosa, colgando de un clavo, esta la muerte. Resulta simpática, mirándome impertérrita, pelando los dientes. Pequeños recuerdos, de alegres días, tachonan la pared. Lienzos blancos desgarrados, permiten paso a la luz, mas no al calor. Camino en un infierno petrificado, repleto de huellas quebradas. La anarquía de una orquesta ambienta el caos. El viento se detiene en la puerta, toca tímidamente, pidiendo asilo. La vida se arrastra por los cuatro rincones del cubo, en finas lianas se mecen diminutos depredadores de anatomías maravillosas. Aquí los días transcurren lentamente, todo sucede sin prisa; en este sitio mi presencia es de ornato, hasta el momento en que sus manos, vuelven a colorear esta página gris de mi vida.