lunes, 29 de noviembre de 2010

Quisiera ser libre e ir a cualquier lugar, sin reparar en el esfuerzo, la distancia, indiferente a la soledad, viendo desde lo alto, exento de remordimientos, lo que dejo detrás. Ya sabes, como las aves. Mi valor se crezca ante la noche, los caminos ciegos se abran a mi paso, alejándome sin pena de lo bueno y lo malo, ni más rico, no más pobre que al dejar de desear, ha de ser mi fortuna poder llegar a cualquier lugar, carente de identidad, prejuicio o vanidad, desvergonzadamente pasar, sentirme a gusto al pasar, sentarme a degustar el ver pasar. Que todo siga yéndose aprisa y no me invada la irracional ansia de acelerar, olvidando lo elemental, empecinado en perseguir esas cosas imposibles de alcanzar. Quitarme el peso de querer tener, pero poder satisfacerme, retener sólo el aliento, la vista clara al hablar de lo que veo, hasta que mi cuerpo compruebe que aún en clima cálido, debajo la tierra es fría. Reír sin exagerar, no esconderme al llorar, disfrutar frugalmente hasta lo que consideraba trascendental, pues ninguna ambición se completa cuando la razón va repleta de impaciencia y desazón, se me amargaba el corazón, antaño, por la obsesión de lograr aparentar, pensaba que obtendría con la opulencia educación e inteligencia, paupérrimo atlas empeñado en avanzar sin decencia ni experiencia, sufriendo algunas vergüenzas por conducirme con soberbia, desdeñando las lecciones de templanza y humildad, que a pesar de mi insolencia, me dispensaron con amor, en la caprichosa infancia, entre familia y escuela.

Ausentarme sin avisar, las deudas saldar, el trabajo terminar, no portar corona ni arrastrar grillete, sólo de ida pagar el billete, espero que en cualquier sitio las bendiciones de mi Madre me alcancen y se revelen oportunamente los consejos de mi Padre; andar sin dudar por todas partes, aprendiendo nuevas artes, correr con los ríos, abandonarme en mares, extraviarme en ignotos parajes, parar sí es necesario las alas curar y nada añorar. Recordar que el lecho quedo preparado, por si un día el instinto decide el regreso al sagrado lar. Ya sabes, como las aves.