lunes, 6 de diciembre de 2010

Un poema de amor, con flores coloridas, dentro de un primoroso paisaje imaginado, el sol amarillo en plenitud, al cielo azul no le estorba ninguna nube, a la orilla del transparente lago una pareja camina desnuda, tomados de la mano, sobre la verde hierba empapada de rocío. El negro cabello de ella ondea al paso de la suave y fresca brisa, en sus pupilas color miel se pueden ver las cimas nevadas de una extensa cordillera que se pierde en lontananza, hasta confundirse sus reflejos argentados con las incandescentes cabezas de alfiler que tachonan la oscuridad sideral. Pero no permitas que tus ojos pierdan la perspectiva en dudosas esperanzas, mira bien quien camina junto a ella. Un poema de amor animado por los trazos de un pincel, cada color tiene vida propia, eternizada en tus fantasías. Aspiras el aroma de los colosales árboles que bordean el cristalino ojo de agua, te empapa la virtud de su pureza, arrebatado de pasión llegas al éxtasis en cada suspiro. Juventud y alegría se enlazan en una danza jubilosa; palpas la palpitación serena de este frenesí sensorial, trepando desde tus plantas se manifiesta la vida, eterna e incesante, colorida, fresca, benigna, nada más sabe nacer, reproducirse, crecer, volviéndose interminablemente plena. Colorida perfección, fragante armonía arroba tu respiración, inhalas la bondadosa alma vegetal; alucinaciones vitales se gestan en toda la extensión de la existencia, poderosamente se disemina la savia en infinitas formas, portentosas pero frágiles, acaparando tu asombro. Un poema de amor en el origen, un paraíso donde la noche no cae, mediodía sempiterno, ahí lo único que se siente correr es el viento. Ella y Tú, en medio de la naturaleza se sienten inmensos, solos en la pletórica eclosión de revelaciones fantásticas de vida, dentro del cuadro imperecedero, en un poema de amor.