lunes, 8 de septiembre de 2014

Manos pequeñas en la ventana

Trazos firmes de una mano infantil pintan mi mundo.
Colorida y luminosa, colgando de un clavo, esta la muerte; resulta simpática, mirándome impávida, con su huesuda sonrisa.
Pequeños recuerdos de alegres días, tachonan la pared.
Lienzos blancos desgarrados, permiten paso a la luz, mas no al calor.
Camino en un infierno petrificado, repleto de cosas mutiladas.
Una orquesta cacofónica acompaña al día, en su ascenso y su caída.
El viento se detiene en la puerta, toca tímidamente, pidiendo asilo.
La vida se arrastra por los cuatro rincones del cubo, en finas lianas se mecen diminutos depredadores de anatomías maravillosas.
Aquí los días transcurren sin prisa; observo las imágenes que han pintado las manos pequeñas, en los cuadros de la ventana.
El sol y la luna en rincones opuestos, infinita lluvia de estrellas en medio de ellos, nubes grises amenazando al suelo; un pedazo de azul celeste guiñando destellos.
Gotas de polvo tratan de arrancar los colores, deslavan la marca de unos labios que tocando el frío transparente de la distancia, me besan cuando los veo.
Una escena de la calle vacía, perros acurrucándose a la sombra de los árboles, la noche llegando, bajo el sol pintado; otra de la calle transitada por gente, actores de vida bañados de luz, al cobijo de la luna de crayón.
Miro fijamente el ventanal y la imaginación pone en movimiento las figuras que viven en el cristal. 
Caleidoscopio de días y noches, moviéndose en el sucio silencio de las horas postradas, oyendo gritos desesperados que pretenden espantar al miedo, viendo a los minutos viejos morirse con los ojos abiertos.

En este sitio mi presencia es de ornato, hasta el momento en que sus manos, regresan a colorear esta página gris de mi vida.