jueves, 16 de junio de 2011


-¡No tienes ningún derecho a tratarme así!
-¡Vuelve a contestarme en ese tono y vas a terminar otra vez con tu cabeza sangrante dentro del escusado!

Flor ya está harta de aguantar los abusos del Pherro, un padrote venido a menos, pero con la labia y los contactos suficientes para seguir proveyéndose de la mejor droga del barrio. Además, a pesar de todo, lo amaba.

-De verdad esta noche no tengo ganas de pelear, se buena y dame placer oral, te prometo no tocarte, al final ya sabes que obtendrás una buena dosis, veo que andas muy alterada ¿hace cuantas horas no te has drogado?

Flor se da cuenta de la intención del gañan, casi está seguro de que ella no resistirá a ese ofrecimiento y como muchas otras ocasiones accederá a sus deseos, por más denigrantes que estos sean. Su precaria voluntad se debilita, como rama seca ante la fuerza inevitable de la gravedad, sin embargo la simiente que habita en su espíritu, hace renacer a una Flor hastiada de vivir en el fango.
El brillo inusual en los ojos de la esbelta mujer, hace suponer al Pherro que nuevamente la tendrá de rodillas ante él, suplicando por sexo y más droga, a pesar de la vileza empleada para satisfacer su enfermo instinto.

-Gracias mi amor, pero quiero mantenerme sobria por un par de días.
-¡Estás loca! Seguramente puedes vivir sin mí, pero la droga ya es tu aire.
-Como siempre te equivocas, a pesar de tu comportamiento de bestia, eres el hombre al que amo, si estoy contigo no es por la droga. ¿Qué te parece si esta noche no nos idiotizamos y simplemente hacemos el amor?
-Tú eres una prostituta, no haces el amor, solamente fornicas. De verdad me sorprendes, aún en esta inmundicia crees ver algo bueno en mí.

Mientras habla, el Pherro se dirige hacia la puerta.

-Me voy Flor, allá afuera encontraré a más de una dispuesta a complacerme a cambio de una pequeña dosis.

La puerta se cierra tras de él y Flor se queda sola, oyendo alejarse los pasos del maleante, tal como lo indica el infame sobrenombre por el que es conocida en las calles: La Malquerida, con sus nobles sentimientos despreciados. Gira para dirigirse a otra habitación y se encuentra de frente su reflejo, en un gran espejo que domina la estancia; se observa con detenimiento, los tiempos duros y la rudeza de su oficio no han hecho mella en su belleza silvestre, pero de su mirada ha escapado el fulgor, dos abismos de profunda tristeza adornan patéticamente una máscara rígida de indiferencia. Lágrimas se agolpan, siente la boca seca y una frustración inmensa invade su ser, desbordada de impotencia toma una silla y la arroja contra el cruel juez que la muestra tal cual es.
Se tira al suelo y llora como no lo hacía desde hace muchos años, antes de equivocar su camino, antes de perderse en muchos sentidos; se desahoga con el llanto y sin darse cuenta va quedándose dormida.

El ruido del espejo cayendo en pedazos impidió a Flor escuchar al Pherro llamándola mientras era cosido a puñaladas por tres de sus rivales. En cuanto salió del viejo edificio, fue abordado por unos hombres que esa noche habían decidido cobrarle todas las viejas deudas.
Dark Angel, un virtuoso guitarrista, ahora sumido en severa adicción a la cocaína, varias veces estafado por el inescrupuloso padrote.
Dr. Gonzo, el soplón predilecto de la división anti-narcóticos de la zona centro, cuando era necesario saber algo o localizar a alguien en los barrios bajos de la ciudad, Dr. Gonzo siempre tenía la información precisa, pero muchas veces el Pherro le había ganado la primicia y lo dejaba mal parado ante los corruptos policías.
Destroyer, un golpeador profesional, siempre al servicio del mejor postor, ya fuera para deshacer huelgas o protestas de estudiantes, era el brazo ejecutor del anacrónico gobierno de la ciudad, que no dudaba en hacer uso de los servicios de este rufián cuando algún grupo de ciudadanos inconformes se salía de control. Dark Angel y Dr. Gonzo lo convencieron de ayudarlos en el crimen, poniéndole delante una buena suma de dinero, lo cual era solamente otro aliciente para él, ya que odiaba al Pherro, porque en varias ocasiones había evitado que se fuera sin pagarle a alguna de sus chicas.
Esta increíble sociedad entre estos tres malvivientes, consiguió el objetivo de eliminar al Pherro, quien murió pronunciando con sincero arrepentimiento, una bella palabra: Flor.

Dentro del descuidado departamento, todavía acostada en el suelo, Flor empieza a despertarse, sola y envuelta por la oscuridad. Apenas abre los ojos, observa una silueta que se le acerca, aprovechando la poca luz del frio cuarto. Repentinamente un leve peso se posa sobre ella, maniatándola; en un inusitado tono, casi melodioso, la presencia furtiva susurra su nombre, es como una oración suplicante. Un aliento suave y tibio le recorre el rostro muy despacio, siente en los labios un sabor dulce que la hace perder la ansiedad; instintivamente se pone en pie y comienza a quitarse la ropa, percibe al espectro dando vueltas a su alrededor, como admirando su espigado y curvilíneo cuerpo que va siendo cubierto totalmente por una humedad acogedora que la estruja delicadamente. Vuelve a recostarse, como si el ser incorpóreo se lo pidiera. La presión va repartiéndose en varios puntos sensibles, haciéndola experimentar múltiples sensaciones, al mismo tiempo trazos calientes recorren su piel de pies a cabeza; en un momento dado, piensa si es ella misma proporcionándose el placer, pero cuando intenta tocarse, su amante invisible lo impide, manteniéndola inmóvil mientras la lleva a descubrir increíbles reacciones sensoriales, en la frontera de la realidad y el inconsciente. Al cabo de tantas caricias, el fantasma redobla sus esfuerzos en la zona púbica, con movimientos suaves pero muy intensos, logra hacer hervir el mar interno, que dormía en una vida rutinaria, a la espera de un enamorado tierno y diestro. La explosión de gozo inconmensurable se repite varias veces, Flor en el éxtasis emite gemidos y hondos suspiros libremente, pues se sabe observada únicamente por un compañero tan discreto como eficiente. Su cuerpo en tensión advierte el abandono repentino del espíritu apasionado; todavía sin control, disfruta la reacción en cadena que surca su ser entero, notando como aminora muy lentamente. Un último toque se posa con vehemencia en su boca, postrer beso de su gran amor, ella lo sabe, el primero de su nueva vida.