jueves, 30 de junio de 2011


Una casita en el camposanto, a ras de tierra. Desnudo como el viento. Ligero, sin sentimientos ni deseos. La cabeza en los pies. Empezando por el final. Correr, olvidando que hay oportunidades imposibles de esquivar. Un lugar para siempre. Lluvia, lágrimas, lodo, en eso acaba todo; sol, polvo frío, en un camino a ratos vacío, a ratos poblado de rezos y lamentos que rondan el desvarío. Ojos cerrados para no ver la oscuridad. Novenario y el dolor aminora. Una imagen de juventud perenne. Invisible cristal de la eternidad separando multitudes. Cruces sobre el terreno enjuto. Palabras mudas sobre el ejército de cruces, nombres apagados, paréntesis en el infinito. Una cajita para los huesos y la prisa; la indecisión se acabó. Se va regando entre pasos lentos la ceniza, sube a las manos, llega a la vista cansada y perdida. Punto y aparte, sigue la vida. Amén, Arturo, amén.  

jueves, 16 de junio de 2011


-¡No tienes ningún derecho a tratarme así!
-¡Vuelve a contestarme en ese tono y vas a terminar otra vez con tu cabeza sangrante dentro del escusado!

Flor ya está harta de aguantar los abusos del Pherro, un padrote venido a menos, pero con la labia y los contactos suficientes para seguir proveyéndose de la mejor droga del barrio. Además, a pesar de todo, lo amaba.

-De verdad esta noche no tengo ganas de pelear, se buena y dame placer oral, te prometo no tocarte, al final ya sabes que obtendrás una buena dosis, veo que andas muy alterada ¿hace cuantas horas no te has drogado?

Flor se da cuenta de la intención del gañan, casi está seguro de que ella no resistirá a ese ofrecimiento y como muchas otras ocasiones accederá a sus deseos, por más denigrantes que estos sean. Su precaria voluntad se debilita, como rama seca ante la fuerza inevitable de la gravedad, sin embargo la simiente que habita en su espíritu, hace renacer a una Flor hastiada de vivir en el fango.
El brillo inusual en los ojos de la esbelta mujer, hace suponer al Pherro que nuevamente la tendrá de rodillas ante él, suplicando por sexo y más droga, a pesar de la vileza empleada para satisfacer su enfermo instinto.

-Gracias mi amor, pero quiero mantenerme sobria por un par de días.
-¡Estás loca! Seguramente puedes vivir sin mí, pero la droga ya es tu aire.
-Como siempre te equivocas, a pesar de tu comportamiento de bestia, eres el hombre al que amo, si estoy contigo no es por la droga. ¿Qué te parece si esta noche no nos idiotizamos y simplemente hacemos el amor?
-Tú eres una prostituta, no haces el amor, solamente fornicas. De verdad me sorprendes, aún en esta inmundicia crees ver algo bueno en mí.

Mientras habla, el Pherro se dirige hacia la puerta.

-Me voy Flor, allá afuera encontraré a más de una dispuesta a complacerme a cambio de una pequeña dosis.

La puerta se cierra tras de él y Flor se queda sola, oyendo alejarse los pasos del maleante, tal como lo indica el infame sobrenombre por el que es conocida en las calles: La Malquerida, con sus nobles sentimientos despreciados. Gira para dirigirse a otra habitación y se encuentra de frente su reflejo, en un gran espejo que domina la estancia; se observa con detenimiento, los tiempos duros y la rudeza de su oficio no han hecho mella en su belleza silvestre, pero de su mirada ha escapado el fulgor, dos abismos de profunda tristeza adornan patéticamente una máscara rígida de indiferencia. Lágrimas se agolpan, siente la boca seca y una frustración inmensa invade su ser, desbordada de impotencia toma una silla y la arroja contra el cruel juez que la muestra tal cual es.
Se tira al suelo y llora como no lo hacía desde hace muchos años, antes de equivocar su camino, antes de perderse en muchos sentidos; se desahoga con el llanto y sin darse cuenta va quedándose dormida.

El ruido del espejo cayendo en pedazos impidió a Flor escuchar al Pherro llamándola mientras era cosido a puñaladas por tres de sus rivales. En cuanto salió del viejo edificio, fue abordado por unos hombres que esa noche habían decidido cobrarle todas las viejas deudas.
Dark Angel, un virtuoso guitarrista, ahora sumido en severa adicción a la cocaína, varias veces estafado por el inescrupuloso padrote.
Dr. Gonzo, el soplón predilecto de la división anti-narcóticos de la zona centro, cuando era necesario saber algo o localizar a alguien en los barrios bajos de la ciudad, Dr. Gonzo siempre tenía la información precisa, pero muchas veces el Pherro le había ganado la primicia y lo dejaba mal parado ante los corruptos policías.
Destroyer, un golpeador profesional, siempre al servicio del mejor postor, ya fuera para deshacer huelgas o protestas de estudiantes, era el brazo ejecutor del anacrónico gobierno de la ciudad, que no dudaba en hacer uso de los servicios de este rufián cuando algún grupo de ciudadanos inconformes se salía de control. Dark Angel y Dr. Gonzo lo convencieron de ayudarlos en el crimen, poniéndole delante una buena suma de dinero, lo cual era solamente otro aliciente para él, ya que odiaba al Pherro, porque en varias ocasiones había evitado que se fuera sin pagarle a alguna de sus chicas.
Esta increíble sociedad entre estos tres malvivientes, consiguió el objetivo de eliminar al Pherro, quien murió pronunciando con sincero arrepentimiento, una bella palabra: Flor.

Dentro del descuidado departamento, todavía acostada en el suelo, Flor empieza a despertarse, sola y envuelta por la oscuridad. Apenas abre los ojos, observa una silueta que se le acerca, aprovechando la poca luz del frio cuarto. Repentinamente un leve peso se posa sobre ella, maniatándola; en un inusitado tono, casi melodioso, la presencia furtiva susurra su nombre, es como una oración suplicante. Un aliento suave y tibio le recorre el rostro muy despacio, siente en los labios un sabor dulce que la hace perder la ansiedad; instintivamente se pone en pie y comienza a quitarse la ropa, percibe al espectro dando vueltas a su alrededor, como admirando su espigado y curvilíneo cuerpo que va siendo cubierto totalmente por una humedad acogedora que la estruja delicadamente. Vuelve a recostarse, como si el ser incorpóreo se lo pidiera. La presión va repartiéndose en varios puntos sensibles, haciéndola experimentar múltiples sensaciones, al mismo tiempo trazos calientes recorren su piel de pies a cabeza; en un momento dado, piensa si es ella misma proporcionándose el placer, pero cuando intenta tocarse, su amante invisible lo impide, manteniéndola inmóvil mientras la lleva a descubrir increíbles reacciones sensoriales, en la frontera de la realidad y el inconsciente. Al cabo de tantas caricias, el fantasma redobla sus esfuerzos en la zona púbica, con movimientos suaves pero muy intensos, logra hacer hervir el mar interno, que dormía en una vida rutinaria, a la espera de un enamorado tierno y diestro. La explosión de gozo inconmensurable se repite varias veces, Flor en el éxtasis emite gemidos y hondos suspiros libremente, pues se sabe observada únicamente por un compañero tan discreto como eficiente. Su cuerpo en tensión advierte el abandono repentino del espíritu apasionado; todavía sin control, disfruta la reacción en cadena que surca su ser entero, notando como aminora muy lentamente. Un último toque se posa con vehemencia en su boca, postrer beso de su gran amor, ella lo sabe, el primero de su nueva vida.

sábado, 11 de junio de 2011

-¡A partir de este momento tienes media hora, nada más, para convencerme de no jalar el gatillo!


Y no me vayas a salir con que tienes hijos, quieres verlos crecer. Ayer regañaste fuertemente a uno de ellos por una travesura sin consecuencias y no supiste como reconciliarte con él; ni modo. Tal parece que ese es tu estilo: dejarte llevar por el enojo y después no encontrar una manera de hacer sentir bien a las personas al darte cuenta de tus excesos. Se te acaban las palabras cuando se trata de aceptar tus errores.
Y si esta mañana no te despediste de tu esposa por tu estúpido orgullo, pues anoche puso en entredicho tu capacidad para arreglar los problemas en el negocio, te aguantas, ya no volverás a hacer ninguna de las dos cosas: enojarte con ella porque te cuestiona y dejar de hablarle mientras te sientes agraviado.
Míralo por el lado bueno –toda situación lo tiene, pero tú eres tan corto de miras- por fin te quitarás de encima al gestor aquel tan hostigoso, además la empresa a la que representa, considera saldadas las deudas cuando muere el titular del contrato.
Te estoy ofreciendo la solución a gran parte de tus problemas, no más diferencias con Angela, no más reproches de tus hijos, ellos podrán tener todas las cosas que desean y tú bien sabes, ahora no estás en posibilidad de dárselas.
Pero si no dejas de llorar será difícil que sopeses lo positivo de esta situación y sus beneficios a largo plazo.
Se termina el tiempo y el silencio me habla de tu incompetencia para darme una buena razón capaz de hacerme considerar no quitarte la vida.
Tu dinero no me importa, ni tienes nada que sea valioso para mí, si poseías algo digno de robarte, lo fuiste perdiendo con los años. Mírate, por lo menos abre los ojos y ve la fría boca que te escupirá muerte en caliente.
¡Ah, este momento es inspirador! Tengo tu vida en un puño, a ti te falta el valor para empujarme y correr buscando salvación. Es muy triste ver tu lastimosa condición, pero esta ocasión no tendré conmiseración; piénsalo, es lo mejor para todos.
Puedes hacer de estos minutos, la media hora más larga de tu vida o simplemente pídemelo y acabo de una buena vez con tus dudas y remordimientos.
¡Di algo en tu defensa!, hazme una promesa, proponme un trato, intenta mentir de manera convincente, no puedo creer que te hayas quedado sin recursos y aceptes dejar pasar una bala destrozando tu cerebro.
No es fácil, lo sé, tampoco para mí. Me tiembla la mano, hasta quisiera arrepentirme de lo que voy a hacer antes de hacerlo, pero si te dejo seguir con tu vida, nada va a cambiar. Me imagino que estás terminando tu examen de conciencia, seguro no hayas ni una sola cosa, suficientemente sólida, para aferrarte y levantarte. ¿Dónde te perdiste?
En fin.
Se te acabó el camino, enfrente está el precipicio y tú no sabes volar, así que simplemente déjate caer. Si te sirve de consuelo, déjame decirte sinceramente que tuviste momentos muy buenos, pero hasta aquí llegaste.
Shhh, ya no sirve de nada que hables, no voy a darte otra oportunidad… clanc… bang…

“Sr. Juez, no se culpe a nadie de mi muerte”

jueves, 9 de junio de 2011

Me observas desde tu silencio, sin embargo estoy segura de que ignoras mi presencia. ¡Rómpelo y dime algo, por favor! Aquí estoy yo, mirándote desde el mío sin poder ayudarte en tu lucha. Sé que me escuchas, pero aún no entiendes mis palabras cargadas de impotencia y desesperación. Poco puedo hacer para aliviarte. Te arrancaron de mis brazos, sólo pude tenerte cerca un brevísimo instante y me sigues doliendo. Indudablemente me dolerás siempre, mas nunca como en estos momentos que no puedo tocarte ni compartirte la vida. La vida que se me iba en el trabajo de darte la tuya; nos separaron con urgencia y estas horas transcurriendo con lentitud despiadada, parecen decirme que la separación será definitiva. Tu piel tornándose ceniza, se enfría. Muy corta despedida después de tan larga espera, no me siento preparada para una pérdida al cabo de la esperanza y el doloroso gozo de verte nacer. Imposible crearte una burbuja acá afuera para que sobrevivas, tampoco puedo sacarte el veneno que pasea por tu cuerpo, la fragilidad de tu edad es enemiga y la inconsciencia de una mujer adicta será tu homicida. Perdóname pedacito de mi alma, no puedo llorar, estoy seca por dentro, me vacié en el esfuerzo de darte a luz, pero no sirvió de nada, te di a las sombras que te privan de una real oportunidad. La espada de mis errores pende sobre tu cabeza, a cada segundo tu ritmo se hace más lento, me quedaré irremediablemente sola, condenándome el resto de mi existencia por tu sufrimiento. ¡Hijo mío, es como si jamás te hubiera tenido! Hijo de la vagabunda, la que iba a darte por hogar las calles de esta miserable ciudad, por techo sol inclemente y noches tormentosas. Me piden que te ponga un nombre ¿cuál es el adecuado para un recién nacido, muerto? ¿Qué palabra podrá conciliarme conmigo misma? ¿Cómo debo llamarte para perdonarme y poder darte una digna despedida? Amor. El que de mi no tuviste, atragantado en mi ser, sin habértelo dado. Adiós Amor.

domingo, 5 de junio de 2011

Quisiera irme en una tarde apacible, después de haberme alejado lo suficiente para ser olvidado por los que me conocieron y sintieron un aprecio por mí. Luego de una ausencia prolongada, cuando nuestros caminos se hallen tan distantes que las caras y las acciones sean un recuerdo impreciso. Deshacerme del apego, despojarme de deseos, encarar a la noche con el miedo palpitándome en todo el cuerpo, pero no retroceder ni lamentar nada. Aceptar que sencillamente todo acaba en la vida intermitente, en la eternidad suspendida. Sin embargo, aunque viejo, conservo la idea de escapármele al tiempo, negarle mis huesos, seguir mirándome, sin tristeza, en transparente cristal de soledad, cada vez más cerca de rendirme, abreviando el final, pues ahora cada paso es un pesado trabajo, un nostálgico adiós a cada cosa. Renuncié poco a poco a las palabras, para ir habituándome al silencio; risa y llanto los tuve muchos momentos en que fueron precisados; amor y odio, llenaron mi cabeza, calentaron mi sangre, me impulsaron a cruzar rutas que consideraba ajenas; errores y aciertos, disputaron mi balanza, pero ¿quién soy yo para juzgarme? si la falsa culpa puede absolverme o la excesiva indiferencia me lleva a condenarme.
Espero se me conceda mi último deseo, pues no quiero yacer bajo la tierra fría. Quiero sentir al vacío traspasándome, caer al abismo dando un grito, la boca bien abierta para tragarme la oscuridad mientras me engulle, sentir al gélido silencio arrancarme cada átomo todavía ardiente, percibir como se va dispersando la materia de la mente, hasta el instante final de la conciencia.