lunes, 20 de enero de 2014

El Remedio



Un hombre de unos 50 años se dispone a entrar al consultorio de su médico particular; ha recorrido un pasillo que se le antoja muy sombrío, cuerpo y rostro acusan cansancio, los ojos entrecerrados hacen su andar vacilante; asiendo con desgano el picaporte, lanza un suspiro que parece una súplica y traspasa el umbral de la indecisión.

-Buenas tardes doctor Mata. -Dice con voz apenas audible el hombre, mientras se sienta -encorvado y viendo al piso- en una silla frente al escritorio del médico, sin que éste se lo indique.

-Buenas tardes señor Torcuato, pase… sí, ¿a qué se debe su visita?
-Sigo con las mismas molestias, que no me permiten llevar una vida normal. -Contesta el paciente, al tiempo que se golpea firmemente con los puños cerrados ambas piernas, varias veces.

El galeno se levanta de su asiento y camina hacia él, lo toma de los hombros para tranquilizarlo.
-No se haga daño, voy a revisarlo.
-Ojala esta vez sí lo pueda encontrar. -Le espeta el impaciente y presunto enfermo, con una mirada hosca pero indirecta.

-¿Encontrar qué?
-El dolor.
-¿Pues no ha identificado usted donde siente la molestia?
-Sucede que cambia de localización durante el día, y a veces se esconde, no cesa, pero se oculta, haciéndome creer que por fin desaparecerá. Ya se lo había mencionado antes. -El Sr. Torcuato comienza a sentirse irritado, lleva algunas noches sin poder dormir bien y en realidad no deseaba ver al doctor, mucho menos dar explicaciones que nadie cree.

 -Querrá decir que le duele en distintas partes de su cuerpo, durante el transcurso de las horas y por momentos aminora.
-No, el dolor va poco a poco trasladándose de una extremidad a otra; por ejemplo: al levantarme por la mañana, me duele la mano izquierda y cuando me preparo para salir al trabajo, el mismo dolor, no otro, lo siento en la rodilla derecha, está ahí, lastimándome con saña, aunque a ratos disminuye, permitiéndome concentrarme en mis ocupaciones, pero súbitamente reaparece en la espalda baja, como si me clavaran algo filoso, la terrible punzada me paraliza, me propina un enorme susto y además de la desagradable sorpresa, la extensa irradiación del aguijonazo; ese proceso se repite varias veces al día…

El médico ha vuelto a sentarse y simula que toma nota de lo referido por su paciente, sin embargo sólo revisa el historial, para constatar la repetición casi exacta de su discurso; desde hace dos semanas suspendió el tratamiento del señor Torcuato y ahora, al verlo presa de la ansiedad, considera aplicarlo de nuevo.
La voz del desesperado visitante sube de tono y saca al doctor Mata de sus cavilaciones.

…¡ha llegado a tomar el control de mi sistema nervioso central, causando estragos en mí!, ataca simultáneamente más de dos órganos, llevándome a creer que sufriré un colapso fatal.
-¿Así que su dolor no sólo es muscular, usted está seguro de que también se deja sentir en los órganos internos de su cuerpo?

El paciente no escucha al doctor y continúa de manera frenética con su perorata, pasando las manos por todo su cuerpo, hace muecas de intensa molestia para enfatizar sus palabras.

- Otras veces paraliza mis manos… se sitúa en alguno de mis oídos con un zumbido… incluso llega a cegar por completo uno de mis ojos… se expande en los pulmones causándome asfixia… se instala en mi corazón, jugando cruelmente a fingir conatos de infarto…

El doctor ha dejado de prestar atención a la detallada explicación del hombre; sin que él lo note, oprime un botón para indicar a la enfermera que proceda con los preparativos del tratamiento del señor Torcuato, como previamente habían acordado.

Médico y paciente prosiguen con la rutina de cada consulta.
-Muy bien, mi estimado señor, debo insistir en la explicación que le he dado anteriormente: el dolor es una reacción, provocada por algún estimulo o en ocasiones, una alerta ante el mal funcionamiento, sí, de alguno de sus órganos o la falta de cuidado en su salud o posiblemente sea provocado por el estrés…
-¡Sí, el estrés, está de moda! -dice con un dejo de sarcasmo y molestia-.
Pero no, de verdad, casi puedo verlo viajando debajo de mi piel…
-Muy bien, voy a recetarle…
-Los analgésicos no funcionarán, cuando empiezan a surtir efecto, el dolor ya cambio de sitio…
-Bueno, entonces serán de mayor utilidad una radiografía o una resonancia magnética…
-Será inútil, se lo he dicho antes, ¡es invisible! ¿cómo logrará verlo? Ni aun los más sofisticados aparatos podrían hallarlo. -Responde el señor Torcuato, mirando fijamente a los ojos al médico, pero esta vez sin enojo; lo mira condescendientemente.

-Muy bien ¿qué le parece si empleamos otro método, para intentar aislarlo y combatirlo de manera efectiva?
-¿Cuál sería el procedimiento?
-Deberá usted ingerir una gran cantidad de licor, lo que obviamente le provocará una tremenda borrachera, pondremos su cuerpo entero en un estado total de abatimiento, sedamos al dolor y de esa manera seguro podremos localizarlo y procederemos a erradicarlo. -El doctor Mata espera la respuesta de su paciente, siempre es la misma, pero lo más sorprendente es la actitud que adopta al contestar

-Como usted sabe, yo no bebo. -Y esas palabras parecen mágicas, el hombre que tiene frente a él se transforma, la angustia desaparece, el tono de la voz es firme pero no agresivo, su postura en la silla es la de un hombre seguro de si mismo, cruza una pierna, descansa las manos sobre la rodilla, su gesto es apacible.

El médico no titubea, aunque le cuesta entender cómo puede un hombre pasar tan rápido de un estado de agitación a la calma total, con tanta parsimonia.
-Lo sé, pero tome en cuenta que será con fines médicos, en todo momento cuidaremos de su salud. Después lo atenderemos cuando presente los efectos de la embriaguez y le administraremos medicamentos, en caso de ser necesario. Es importante que usted acepte y proceda con el tratamiento, lograremos localizar al dolor, erradicarlo y así quedará completamente sano, señor Torcuato.
-Bueno, si no hay otra opción, usted es el experto, doctor. -Le contesta, con respeto, pero también con un gesto triunfal.
-Entonces, pase usted a uno de los dormitorios, daré instrucciones a la enfermera para empezar de inmediato.

Torcuato Pérez se despide con un cortés apretón de manos, un hombre nuevo sale del consultorio, el sombrío pasillo ahora es tibio e iluminado. Una enfermera lo aguarda en una de las puertas que flanquean el corredor; Torcuato le sonríe con jovialidad y la saluda inclinando levemente la cabeza. Entran en un amplio y pulcro cuarto, sin ventanas, escasamente amueblado: nada más la cama y una pequeña mesa, en la cual están dispuestos un vaso y una licorera rebosante de brandy; lo esperan para comenzar el “tratamiento”. Él destapa el envase, lo acera a su nariz, aspira el aroma del líquido y hace un gesto de repugnancia -pues la enfermera aún se encuentra en el cuarto-. Se sirve medio vaso, entre tanto la enfermera lo observa, nota que las manos del paciente tiemblan, ella se despide, mas él ya no escucha; el primer sorbo basta para transformar el rictus de desagrado en uno de avidez insaciable.

La enfermera entra al consultorio del doctor Mata, para dar el reporte.

-Doctor, el señor Pérez se ya se instaló en la habitación y esta vez procedió de inmediato.
-Muy bien, ya sabe que debe ser constantemente observado. -Contesta el galeno sin levantar la vista, ya que revisa otros casos.
-¿En verdad no hay otra alternativa para tratar a ese hombre?
-Por desgracia no, su enfermedad sobrepaso el punto de no retorno, sólo nos queda mantenerlo sobrio el mayor tiempo que sea posible y racionarle la ingesta de licor, seguirle el juego en estas consultas simuladas, para evitar que pudiera infligir algún daño al personal o alguno de los otros pacientes, inclusive a él mismo. Recuerde: no perderlo de vista. -El médico deja por un momento lo que está haciendo, para ver a la enfermera y remarcar esa indicación.
Pues aunque es un alcohólico todavía pasivo, desconocemos el grado de su enfermedad a nivel mental, podría pasar a la violencia cualquier día de estos, por lo tanto tenga mucho cuidado y repórteme de inmediato el más pequeño cambio en su comportamiento.

-Así lo haré doctor. -Dice la enfermera al salir del consultorio.