martes, 17 de agosto de 2010

Quietud en el origen, ningún movimiento, calma total.
Ausencia de luz, fronteras borradas, cero, existencia nonata.
No hay reflejos o vibraciones, inerme yace el principio sobre el final.
El silencio emite su voz imperturbable, el tiempo no transcurre.
Donde siempre y jamás es lo mismo.
Sombras, ecos, pensamientos y emociones, latentes, pacientemente aguardan.
Inercia esperando la primera pulsación, espontánea explosión o soplo divino.
Ni un átomo para registrar algún principio no atestiguado.
Sin punto de partida no hay regreso, estático.
Un lago insondable de esencias sin vida, no muertas, inanimadas.
Insensibilidad, que no indiferencia, expectación en un ciclo sin pausas que al no comenzar nunca acaba, paradisiaco infierno, lucidez demencial, opuestos anulados, ni bien ni mal, el leve mecerse del perenne ente.
Sencillamente nada.