sábado, 19 de noviembre de 2011


Dice tanto
y no lo entiendo.
Lo escucho,
bien atento.
Canta bajito
y despacio
o ruge enérgico,
impulso melódico
a la par del viento.
De hombre la voz,
alma de mujer,
ávido cual niño
que quiere aprender.
Sale del silencio,
trae viejas palabras
con nuevos acentos.
Brota de su boca,
el fuego, la roca,
que al surcar el aire
se tornan en oda.
Paisajes verbales
de su mente nacen,
en tinta, a sus ideales
los vuelve probables,
sombras irreales
de antiguos anales.
Una cuerda del tiempo,
que tañe en silencio,
vibra en su pensamiento.
Algunas cosas no tienen
sentido, relación ni causa,
sin embargo, algo vive,
se mece en la nada;
momento inédito,
que capta mengano,
guitarra y pluma en mano.