jueves, 23 de diciembre de 2010

Olvide olvidarte, dejarte sentada en esa banca del parque, caminar por las calles de nuestra vida juntos, sin recordarte. Despertarme a media noche y no sentirme perdido tratando de tocarte, levantarme a prisa para esperarte, prepararte el café caliente cada mañana, hacer continuas pausas en el camino para abrazarte e ilusionado con encontrarte después de la jornada, verte marcharte, mientras volteabas mandándome un beso que el viento siempre quería robarme. La canción de tus palabras, suena en los pasillos atestados de recuerdos abandonados, tus ademanes cuelgan en las paredes, ecos visuales de tu lejana presencia, Tú en todas partes.
Me acorde de que una vez en tu interior me había sentido y hoy esa sensación ya no la olvido. Mis manos aborrecían tu ropa, mientras nos envolvíamos en suspiros, reducíamos el espacio entre nuestros cuerpos estremeciéndonos en el silencio. Vives conmigo, en mí. Caminas alrededor, por dondequiera que volteo, en la figura de otras personas, en su risa, la charla, en la calma y la prisa de los compañeros de camino, te veo. No es necesario soñar para evocarte, atraerte, sentirte y tenerte presente hoy que estás ausente. Me acompañas mientras voy, al llegar y en el regreso. No te permito alejarte aunque tu recuerdo me deje desamparado. Te veo observarme, escuchas lo que de ti clamo en silencio, corro detrás del viento para alcanzarte, furtiva sombra.
Procuraré abandonarte en algún lugar, pero en mis pensamientos habré de conservarte.