martes, 3 de agosto de 2010

Entre los sueños y la realidad pervivo,
añorando a la naturaleza,
que hace tanto no visito.
Subsisto entre moles de hierro,
cristal y concreto,
evocando titanes verdes
que tocan el cielo.
Otrora la vista se perdía,
corriendo con los ríos,
en verdes paisajes;
ahora yermas zonas de asfalto
cubren henchidos drenajes.
Lo caminos naturales del valle,
cambiados a inverosímiles calles.
Un poco de verdor,
bañado por cáusticas lágrimas,
asfixiante gris en derredor.
En la cuenca de gran altitud,
por imponentes sierras circundada,
hacinada se halla la multitud;
dentro de ella vive enajenada,
gente llegada de toda latitud,
ingente población desesperada,
a esta tierra robo la virtud.
Antiguamente divino lar,
es hoy moderno muladar.
Buscando una razón de ser pululan,
apresurados por cumplir persisten,
afectadamente a toda hora deambulan,
sobreviviendo profecías languidecen.
De la soledad a la oscuridad,
ostentando inquebrantable tenacidad,
presumiendo improbable eternidad,
sin derrotero prosigue la humanidad,
sin lealtad entre ella y la individualidad.
Las ciudades son antinaturales,
corazones artificiales, agonizantes.