En
ocasiones te detesto tanto que disfruto tu ausencia.
Por
ejemplo en las mañanas, cuando me has despertado al levantarte y puedo ocupar
la amplitud entera de la cama, mientras duermo diez minutos más, antes de que
vengas a molestarme, con eso de:
-¡Mi
amor, ve a bañarte, se nos hace tarde!
Después
de dejarte en tu trabajo, poder maldecir un poco por la lentitud del tránsito
en las calles y la gente ansiosa abalanzándose imprudentemente porque se les
hace tarde, sin tener que escucharte decirme:
¡No te
desesperes corazón, más vale un minuto de retraso que lamentarte por días!
Comer
“cualquier cosa” en la calle, en tanto el tiempo ha devorado más de la mitad de
la jornada laboral, evitando tu inoportuna pregunta:
-¿Serán
conscientes de la higiene en ese lugar, mi amor?
Apurar
mi salida de la oficina, para tomar una cerveza en el bar antes de pasar por
ti; no obstante sentir tu voz cuestionándome:
-¿Te cercioraste
de no dejar nada pendiente, cariño?
¡Ah, pero
no te perdono que te despidas de mi sin besarme! Pues todo el día estaré
esperando la tarde, para volver a abrazarte.