lunes, 1 de septiembre de 2014

El Adorno

Viejo blanco, te niegas a caer
salvando tu raíz renaces.
Cada vez más consumido,
con el optimismo lánguido.
Te luces arrogante,
pero mueres sin brillo.
Y regresas en breve asomo,
porque es todo lo que sabes,
dejarte mutilar y persistir.
Pequeño necio
prendido a tu costumbre,
firme en la cima de
dispares caprichos.
Sacrificado sin ceremonia
en un rito cotidiano,
eres basura para quien te pierde
y orgullo del que te conserva.
Reducido vestigio
de un origen incierto,
vienes y vas entre
la vanidad y el desprecio.
A pesar de lo ordinario
se te da cierto valor;
podrías ser moneda de cambio.
Dicen que vives muerto
mas te asocian con belleza,
por eso te protegen
con artificios de color;
intentas rejuvenecer.
Casi eres polvo toda tu vida,
pero creces tanto
que podrías hilar un puente.
Los años te vencen, 
dejando un breve rastro de ti,
como nieve perenne
en montaña vetusta.
Así,  corona blanca
de la suma de los días,
pareces velo de novia
que se ha dispuesto toda su vida
a desposarse con la muerte.
Larga vida, Viejo,
sembrado por miríadas,
siempre habrá manos
tendidas a tu encanto,
tiernas para seducir
y rudas al mesarte.
Luego de las flores y del oro,
vas con tus propios huesos
a donde no luces más.