lunes, 31 de mayo de 2010

En el camino estaban las huellas,
único monumento a su memoria;
con el transcurso de las eras,
otras marchas borraron su gloria;
yace en el olvido su empeño
al atender la suplica perentoria,
del oprimido y flagelado pueblo
que los tornó fantasmas en la historia.

Con entrañable amor a su tierra,
contra el enemigo, valiente se apresta,
seguro esta, habrá de morir sin lauro,
arma empuñada, encara la lid expuesta;
después del agravio, sepulta la paz queda,
inevitable sino su designio manifiesta;
él, dócil hijo, defensor de la joven patria,
no se rehúsa a la suerte impuesta.

De la actual heredad, nadie recuerda
al antecesor, por su raza convocado
a dejar la vida en guerra cruenta,
evitando su hogar fuese mancillado.
Satisfecho con este destino, a batallar
acudió el caudillo, sabiendo será olvidado
por su estirpe, que polvo de largos años
le ofrenda a su sepulcro abandonado.