lunes, 24 de marzo de 2014

Es tu pureza tan seductora,
aviva la simiente de mi fantasía;
esparciré dentro de tus bordes,
intentos de simbolizar imágenes.
Un dardo indeciso pretende mancharte,
marcar en tu espacio al deslizarse,
con fervor siembra en tu mesura,
señas indelebles de mi terquedad.
Líneas rectas y curvas,
arman tramas inicuas,
paciente las aceptas,
aunque distingues su ansiedad.
Estrujo tu fino cuerpo con avidez,
evidenciando torpeza y arrogancia,
volcados a colmarte los sentidos,
errando en caminos ahogados.
El silencio es confusa respuesta,
a pesar de contar con tu atención,
se desvanecen abatidos los intentos.
Reincido en el propósito de colmarte,
rebosando idilio con tu fina blancura.
Insignificante es lo que te brindo,
anhelo verterme en ti, pero decaigo;
tú en mis manos, mas te pertenezco.
Pesco en remolinos,
cazo esqueletos en desiertos,
tiro lágrimas sobre parajes pétreos,
para cosechar lozanos abrojos,
persigo evanescentes sombras,
restauro escombros del futuro,
engendro improbables esencias,
donde el pasado señorea.
Desguazado por un huracán sin curso,
regreso sobre las trazas de mis huellas,
avivando los rescoldos del vigor,
con el último soplo moribundo,
en un comienzo interminable.
Habitando el paraíso de los soles,
reposo al cobijo de mil lunas,
conociendo portentos de otras eras,
una mano asida a los errores,
la otra no ceja en férrea pugna,
ambas construyendo la quimera.
Sostengo hasta el atardecer mis torres,
oteando complacido al horizonte,
los sentidos gustosos de memorias,
al revelarse perentoria la partida,
común sino se asume sin lamentos,
calma la entraña, paz en el ceño.
Antes de apagar la luz y poner candado,
porfiados seres incorpóreos me despiden,
aguardando verme de rodillas,
hasta que en lo oscuro mi alma more,
apreciado botín de mis despojos,
al paso de la edad se rinde.