miércoles, 23 de marzo de 2011

No hare hombres con el barro, pero tampoco lavare mis manos. Después de abarcar, con lo poco que tenga en mi puño apretado, trataré de hacer más de lo posible. No surcaré a pie ningún mar, ni mentiré sobre haber pisado otros planetas, diré honestamente que tropecé intentando aprender a caminar. No obstante abusaré de la imaginación, procurando distraer los sentimientos, trastocando la verdad general, fundando, para mí, efímeras realidades, aunque sean incomprobables, seré  dios de un mundo desolado, reinando entre ruinas de fantasías olvidadas, ideas nonatas que claman ver la luz; repartiré mi tiempo entre el paraíso, el sheol, el limbo y el infierno, caminaré por algunos lugares, haciéndole compañía al eterno errante, no pediré reposo si se me permite ser rayo de sol en las mañanas, viento en las tardes y sombra por la noches; me embriagaré en los jolgorios primaverales, practicaré concienzudamente el ocio durante el invierno y sentiré el placer del vuelo, desde mi corta estatura, sin dejar de tocar el suelo. Seguiré buscando a la mujer de indefinido rostro, que entre sueños veo, al niño que nunca crece, al viejo que año tras año burla a la muerte. Me perderé en un mar sin puntos cardinales, donde no se registra el avance en atrás o en adelante, navegando sin dejar rastro, teniendo el sol y la luna de referentes, todo aquello por lo que me afane resultará intrascendente, sin embargo es necesario para sentirme fuerte, aunque el más fuerte sucumbe ante la muerte, donde la nada es todo lo que existe, pero si nada existe en la muerte, no importa morir, sólo sentir, mientras los sentidos están vivos. Escaso es el sentido de pertenencia durante la lucha por la supervivencia. Creo que lo tengo todo, me lo repito esforzándome al tratar de salir del lodo. Seré algo más que humano, mientras surgen palabras de mis limitadas manos.