viernes, 16 de abril de 2010

Unos minutos antes de la medianoche, con seguridad sé, no habré de conocer lo que llaman aurora. Este cuerpo enfermo dejará de tener conciencia de existir. Amortajado por sombras en la incierta espera. Hace algunas horas la juventud vivía; no tengo recuerdos de mi nacimiento, ni la ignota noche previa dejo indicios en mi memoria.
Cuando el sol se levantaba los primeros pasos dí; ya me dispongo a andar los últimos de mi breve vagar, los que me han de perder en otra desconocida oscuridad.
Un día en la vida, efímero; me parece haber vivido solamente hoy. El tiempo transcurrió y no pude hacer más que tratar de ir a la par de el.
Impotente ante la situación, veo pasar los segundos finales, insatisfecho. Sin más porvenir ni ayeres. Sólo el presente es eterno.

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Ya no respiro, sin embargo, extrañamente, percibo oscuridad, un denso vacío me circunda, he perdido todas las sensaciones físicas, profunda quietud, desconocida, me domina. ¿Los muertos añoran la vida? Atmósfera de lamentos me traspasa; se le unen los míos, como sonar de ballenas en el mar, pero no comunica nada esta tonada, es una sonata lúgubre, desesperada, son rezos y maldiciones, por ilusiones derivadas a decepciones. En esta condición no hay duda ni espanto, es levedad.
Mientras vivía, jamás pudé imaginarlo.

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Cuando me declaren muerto, mi cuerpo al aire libre ha de estar, como un desecho sin guardar. Desintegrándose a la intemperie, sea un elemento más. Corra en el ímpetu de la corriente que al mar se agrega ó en el lecho inerte, por donde esta pasará. Revuelto con hojarasca, Eolo a su albedrío nos paseará; uniéndose con la tierra, como si regresará al vientre. Flotar en nube de hollín, capa de polvo, posándose, día tras día, en cualquier lugar.
Hacer que lloren unos ojos, lágrimas que ya no podré enjugar,
secar algunos labios, un beso póstumo les daré,
prenderme a unas manos, sutilmente las estrecharé,
habitando en aquellos suelos, descomponiéndome y unido al polvo, que polvo soy,
lograré no perecer.