lunes, 30 de enero de 2012


Necio recuerdo
¿tú no te vas
o yo te retengo?
Me observas, colgado del rabillo de mis ojos. Ignoro donde, pero sé que estás. Acaso es una de las cosas que quiero creer, nada más. Tantas palabras para tratar de entender. Eres el eco sin forma de una vida, muda ilusión en el infinito silencio. Dime si la eternidad es tan vasta y oscura, que a fin de cuentas te sientes como atrapado en un puño que ciega y asfixia. Abro mis ojos en el sueño, aguzo mis oídos, pero no te siento. Despierto creo percibirte, sin embargo no te veo ni te escucho. Imagino que vivo pues aún respiro, pero mis pensamientos son muy confusos. Me empeño en mantener, junto al recuerdo de ti, tu voz y maneras, la risa, abrazos e infinidad de cosas que en su momento juzgábamos verdaderas. Entre tanto eres tan grande, como la inmensa duda que se centuplica en tu ausencia inevitable. Preguntas de angustia pueril, arrinconado vuelvo a sentir un miedo infantil. En el vórtice de la dualidad, sólo encuentro paz al ver tu rostro, silente y fugaz.
Fantasma,
eras alma
en calma,
por carne
y sangre
envuelto;
ahora
al polvo,
a la nada
has vuelto.
Despertaste,
sin huesos
ni latidos,
ingrávido.
Regresaste,
sin aviso,
por miedo
al olvido.
Vete, no temas, luego acudiremos al mismo destino; no muere la esperanza de encontrarnos en el fin y principio de todos los caminos.
Vete, he de morir cuando sea debido, deja ya de trastornar mis sentidos.
Vete, descansa del mundo y su ruido.
Después de
la tribulación,
vuelves a
tu concepción.
Sombra viva,
permite que
la noche
te reciba.

viernes, 20 de enero de 2012


Mis pasos cruzan tu cuerpo deforme, pasan por encima de ti, pero sin detenerse a admirarte; aprovecharte sin respeto es la peor de las costumbres. Uno de tus tantos hijos, sedentarios solitarios, extraviados en tu olvido; sombras necias, desvaneciéndose lentamente. Suben y bajan, te circundan, como perros en las calles, alrededor de una zona prohibida. Tu ser, territorio profanado, única pertenencia de los desheredados, donde los perdedores corremos detrás de la suerte, para caer en otra grieta de tu curtida piel. Ni hablar de tu boca, que escupe con desprecio los besos negados y sólidas mentiras permanentes. Escuchando tus exclamaciones no me puedo concentrar, vociferas todo el día, para seguir cantando de noche una confusa melodía, que sube de tono, acompañando a la luna, volviéndose poco a poco un murmullo resignado, en la espera de ver regresar al sol. Saltan palabras de unas manos ateridas, son para ti, gritan sin voz, embarradas en el muro de un callejón oscuro; el arcoíris termina en el lodo de una calle vieja, sucia y derruida. Cortesana inalcanzable, así en las calzadas más iluminadas y atestadas, como en las callejuelas menos recomendables. Inmortal desconocida, conservas esplendorosos recuerdos en sepulcros vivos, de piedra antigua tu entraña mística, en los casi olvidados rincones rústicos, cimientos impasibles de tu nuevo rostro, tan desfigurado. Me detengo un rato, en medio del rosario de impaciencias, para observar tus nuevos brotes de acero y sus vestidos de cristales coloridos. Sólo en la oscuridad, mientras descansan las ansias que te recorren, desafiada por el alumbrado público, se puede apreciar el universal silencio de tu quietud.


lunes, 16 de enero de 2012

Iztaccíhuatl y Popocatépetl


Mujer dormida
bajo la nieve,
en tu sueño
de centurias,
sólo la entraña
se mueve.
Un guerrero
te vigila,
su interior
de roca viva,
poco a poco
se despabila.
Son leyenda,
la princesa y
el soldado.
Ella duerme eternamente,
con su manto blanco helado,
recostada en un dorso del valle.
Él, inamovible enamorado,
sueña que despiertan al unísono,
fieles después de siglos,
tras un beso de fuego horrísono.
No se observa en la quietud,
pero esas piedras están vivas.

martes, 10 de enero de 2012

Supe que moría,
al darme cuenta
de que te perdía…
Y seguí una sombra,
alcance un suspiro,
descubrí recuerdos,
me abrazó el tiempo
en su palmo de silencio.
Mas tú no te ibas,
era yo quien se dormía,
tras esa oscuridad que
de luces nunca ha sabido,
ni contiene vivos latidos;
un pulso medido en eones
tan lleno de inmóvil vacío.
E imagino poder sobrevivir
al olvidar toda idea de ti,
lejos de escalas y propósitos,
extintos los vanos deseos,
vueltos polvo los sabios instintos.
Se habrán de acostumbrar
mis ojos a la noche,
la nada, calladamente
invadirá mis oídos,
llegarán a su nadir
mis pobres sentidos,
fuera del tiempo,
hasta el olvido.
¿De qué me sirves en la muerte,
vida?

lunes, 2 de enero de 2012


-Buenas tardes Dr. Mata.
-Buenas tardes Sr. Torcuato, pase usted, tome asiento ¿qué lo trae por aquí?
-Otra vez este dolor que no me permite llevar una vida normal, Dr.
-Muy bien, recuéstese por favor, voy a revisarlo.
-Ojala esta vez sí pueda encontrarlo.
-¿Encontrar qué?
-El dolor.
-¿Pues no ha identificado usted exactamente donde siente el dolor?
-Sucede que cambia de localización durante el día, Dr., y a veces se esconde, no cesa, pero se oculta, haciéndome creer que por fin desaparecerá. Ya se lo había mencionado antes.
-Querrá decir que le duele en distintas partes de su cuerpo, durante el transcurso de las horas y por momentos las molestias aminoran.
-No, el dolor va poco a poco trasladándose de una extremidad a otra, por ejemplo, al levantarme por la mañana, me duele la mano izquierda y cuando me estoy bañando, el mismo dolor, no otro, lo siento en la rodilla derecha, está ahí, doliendo profundamente, aunque a ratos disminuye, permitiéndome concentrarme en mis ocupaciones, pero súbitamente reaparece en la espalda baja, como si me clavaran algo filoso, punzando terriblemente, me paraliza, me propina un enorme susto y además de la desagradable sorpresa, el aguijonazo del dolor y su extensa irradiación, repitiendo ese proceso varias veces al día. Es mi judío errante, caminando a su albedrío por mi cuerpo entero, pero este va armado, haciendo mucho daño cuando se le da la gana manifestarse. Incluso ha llegado a tomar el control de mi sistema nervioso central, causando estragos en mí, atacando simultáneamente más de dos órganos a la vez, llevándome a creer que sufriré un colapso fatal. Otras veces paraliza mis manos, las cosas se me caen sin poder evitarlo o taladra mi cabeza, provocándome fuertes mareos, hasta casi desmayarme.
-¿Así que su dolor no sólo es muscular u óseo, usted está seguro de que también se deja sentir en los órganos internos de su cuerpo?
-Claro Dr., se ha adaptado muy bien y ahora tiene la capacidad de viajar por mi torrente sanguíneo, deteniéndose donde mejor le parece, para  hacer lo que mejor sabe: dolerme.
-Muy bien Sr. Torcuato, debo insistir en la explicación que le he dado en sus anteriores consultas: el dolor es una reacción, provocada por algún estimulo o en ocasiones, una alerta ante el mal funcionamiento, sí, de alguno de sus órganos o la falta de cuidado en su salud o posiblemente sea provocado por el estrés…
-¡Sí, está de moda! Pero no, de verdad, puedo ver al dolor viajando debajo de mi piel, moviéndose de mi pie derecho a la mandíbula, subiendo hasta mi frente, de ahí pasa a la nuca, luego se va adentro de mi cabeza, se sitúa en alguno de mis oídos, impidiéndome escuchar con claridad y en ocasiones nubla mi vista, alternando a su antojo en ambos ojos; a veces llega a mis pulmones causándome asfixia por unos momentos, es desesperante, más cuando se instala en mi corazón, jugando cruelmente a fingir conatos de infarto, lo cual, usted comprenderá, me imposibilita llevar una vida normal, ¡todo el día está interrumpiendo mis actividades el maldito dolor!
-Muy bien, voy a recetarle…
-Los analgésicos no funcionarán, cuando empiezan a surtir efecto, el dolor ya cambio de sitio, en cuanto los siente cerca, se mueve.
-Bueno, entonces serán de mayor utilidad una radiografía o una resonancia magnética…
-Será inútil Dr., se lo he dicho antes, el dolor es invisible ¿cómo logrará verlo? Ni aun los más sofisticados aparatos podrían hallarlo.
-Muy bien ¿qué le parece si empleamos otro método, para intentar aislar el dolor y combatirlo de manera efectiva?
-¿Cuál sería el procedimiento, Dr.?
-Deberá usted ingerir una gran cantidad de licor, lo que obviamente le provocará una tremenda borrachera.
-Como usted sabe, yo no bebo.
-Sí, pero tome en cuenta que será con fines médicos, en todo momento cuidaré de su salud. Después lo atenderé si presenta usted cualquier malestar y le administraré medicamentos, en caso de ser necesario. Lo importante es lograr aislar el dolor y proceder de inmediato con un tratamiento, para lograr curarlo a usted, Sr. Torcuato.
-Bueno, si no hay otra opción, usted es el experto, Dr.
-Entonces, regrese a su dormitorio, daré instrucciones a la enfermera, para empezar inmediatamente el tratamiento.
-Usted manda, Dr.

-Enfermera ¿el Sr. Torcuato ya está en el dormitorio?
-Sí, Dr.
-Muy bien, ya sabe lo que procede.
-¿En verdad no hay otra alternativa para tratar a ese hombre?
-Por desgracia no, su enfermedad sobrepaso el punto de no retorno, sólo nos queda mantenerlo sobrio el mayor tiempo que sea posible y racionarle la ingesta de licor, seguirle el juego en estas consultas simuladas, para evitar que pudiera infligir algún daño al personal o alguno de los otros pacientes. Recuerde no perderlo de vista, pues aunque es un alcohólico pasivo, desconocemos el grado de su enfermedad a nivel mental, podría pasar a la violencia cualquier día de estos, por lo tanto tenga mucho cuidado y repórteme de inmediato el más pequeño cambio en su comportamiento.
-Así lo haré, Dr.