martes, 2 de agosto de 2011

Atrapado el sol en un ángulo de mi ventana.
Conservo el brillo de la luna en otro espacio del cristal.
El cielo lleno de grises nubes a punto de caer, imagen detenida también.
El mismo pedazo de firmamento, esta vez límpido, guardado en cuadro cristalino.
Gotas imperecederas de lluvia, pegadas al cuerpo transparente, hilos de vida en suspenso.
Una cara sonriente y sus pequeñas manos, se han quedado grabadas en el vidrio plano.
La marca de los labios que amo, en rojo intenso como el deseo, me besan cuando los veo.
Una escena de la calle vacía, perros durmiendo en los umbrales, la noche llegando; otra de la calle poblada de gente, actores de vida, bañados de luz.
Miro fijamente cada pequeño espacio y se revela el ayer.
Mosaico de días y noches, momentos capturados en la memoria, una existencia a través de la ventana, detrás de la misma vieja persiana.



“Me inclino a pensar…
pero es incómodo
pensar inclinado”