domingo, 26 de septiembre de 2010

A lo lejos una figura más que no distinguía, algo me hace fijarme en ella, desdibujada silueta recortando la bruma de antaño, agazapada detrás de la duda, afianzada a la frustración, reside en los resquicios de tiempos pasados, una presencia enterrada que sobrevive al olvido, fantasma evanescente, torturando la empedernida pasividad que me desquicia. Conforme se acerca la reconozco y el peso del pasado me clava en el piso, dejándome helado; a unos pasos pasa distraída, la esquivo, evitando llamar su atención, dirijo la vista al suelo y me siento extraviado, como al perder en un baile el compás.
Si la miro a los ojos, voy a desear rodearle la cintura con mis brazos, vivir el tiempo perdido, enmendar momentos donde estuve equivocado, decir todo aquello cobardemente callado.
Nunca supe explicar acertadamente lo que deseaba expresarle. Parapetado en mis yerros, cansada la vi marcharse.
Planes malogrados, suma de errores en un débil discurso de autoafirmación del que hace mofa la vida, desdeña a los pusilánimes.
Desvaneciéndose mi valentía, el azar me da la espalda, quitándome la humana posibilidad de errar al elegir, me pone enfrente una sola vía: seguir igual, sin opción de cambio.
Un tumulto de recuerdos copa los sentidos y todo se reduce a ella; el registro de su voz, los reconfortantes abrazos, la calidez de su cuerpo.
Atravesando los cristales borrosos de tantos años, nuestras miradas toparon; sorprendida momentáneamente titubea sin detenerse, mira al frente y sigue yéndose.
Todas mis posibilidades, se esfuman bruscamente y podrán pasar otros veinte. Obsesión recurrente de mi ser decadente, dejándome impotente.
Seguiré imaginándome la vida sin ella, representando la farsa diariamente, insistiendo en el esfuerzo de no complicarla, reincidiendo en reinventarla. Estoy sin ser, después de verla desaparecer. Es hoy tan ajena como antes y para siempre. El comediante llora mientras limpia su máscara, farsante construyéndose una nueva mentira en la cual sentirse a salvo.