jueves, 12 de agosto de 2010

Un camino divisor, que tergiversa, contradice.
Palpitar, pausa, respiro, movimiento infinito,
en el reducto breve de la vida.
Ser y dejar de ser, simbiosis interminable.
Energía mutable, incontenible, activa,
en su instante de aguardar, ansiosa, pasiva.
La indefinible raya entre idear, decir y hacer,
esos paréntesis de nada, a veces prolongados indefinidamente,
flotar inconsciente, paralelo al tiempo, ajeno momentáneamente.
Elementos desconocidos, materia prima preciosa, invisibles,
abundan en los sueños, aleatorios.
Alternadamente existen, perecen, reviven persistentemente.
Duermen en los ojos despiertos,
musitan medio tono más bajo que el silencio,
semánticas burdas no atinan a esclarecerlos.
Efluvios etéreos del subconsciente,
huellas sobre el piélago de la mente,
imágenes carentes de toda lógica, desarticuladas,
intentan ordenarse en la retórica.
Logos que hablan al oído de la imaginación,
mensajes cifrados para la intuición.
Innumerables conexiones dinámicas,
determinan funciones somáticas.
Apariciones fugaces desvaneciéndose,
a cuentagotas o raudales esparciéndose.
Insistir en teorizarlas,
en el transcurso creativo,
para lograr materializarlas.
¿A qué obedecen si jamás fenecen?