viernes, 27 de abril de 2012


Y la sombra le seguía…
para todos lados, a toda hora; desde que tiene uso de razón recuerda a la sombra pegada a sus pies.

Y la sombra le seguía…
e intentaba escabullírsele, sin embargo descubrió que sólo en la obscuridad la sombra se perdía.

Y la sombra le seguía…
la cuestionó acerca de esa incesante persecución, pero la sombra no tuvo la cortesía de contestarle nada.

Y la sombra le seguía...
la sombra escupe, vomita, orina, alza cosas, abraza, anda en bicicleta, se viste también, pero siempre usa ropa a la moda sombra. En fin, la sombra tiene acciones, no emociones.

Y la sombra le seguía…
le propuso hacerse sombra de otra cosa, pero cada objeto tiene su propia sombra.

Y la sombra le seguía…
le parecía tan familiar que cambiaron de roles, entonces pensó en escapar de si mismo, sin embargo entendió la falta de autonomía que sufre una sombra.

Y la sombra le seguía…
hasta en sueños; despertó, la sombra dormía debajo de él, se levantó sin hacer ruido, dejando a la sombra sumida en sus propios sueños.

Y la sombra le seguía…
fastidiado de que le copiara en todas sus acciones, intentó golpearla, pero se hizo daño él solo.

Y la sombra le seguía…
contrató a una pareja sexual, se metieron en un callejón oscuro, por lo tanto la sombra no fue partícipe de ese coito sombrío.

Y la sombra le seguía...
a veces borracho, encima de ella caía.

Y la sombra le seguía…
una vez entró a un salón de baile, agarró pareja, su sombra bailaba con la sombra de ella, también con otras, en una fantástica orgía de sombras. Por cierto, a las sombras no les duelen los pisotones.

Y la sombra le seguía...
cuando se casó, en la noche de bodas, las sombras no hicieron caso del letrero de "No molestar", colgado en la puerta.

Y la sombra le seguía…
al nacer su primogénito, descubrió que los niños no traen torta bajo el brazo, solamente nacen con su sombra.

Y la sombra le seguía…
resignado, comenzó a charlar con la sombra, mejor dicho a monologar, la sombra resultó ser una excelente escucha.

Y la sombra le seguía...
al paso de los años, le resulta molesto descubrir que la sombra no se encorva ni parece tan cansada como él. Además, a ciertas horas del día, le supera en estatura.

Y la sombra le seguía…
por fin entendió que nunca se desharía de su sombra, quien es algo así como un ángel de la guarda, oscuro y silencioso al extremo, inseparable, compatible con la luz natural y artificial. 
Prosiguieron su vida unidos por los pies.

Y la sombra le seguía…
dentro del ataúd, pero ya nadie se da cuenta de ello. La sombra soporta el peso del cuerpo durante la desintegración; luego la sombra también muere.

lunes, 23 de abril de 2012

Apuntes II

La mentira es una verdad ficticia.

Un chiste que se tiene que explicar, no tiene chiste.

En un viaje, cuyo trayecto comprende tres calles, el silencio es la mejor cortesía entre Taxista y pasajero/a.

La distancia de un recorrido es inversamente proporcional a la incapacidad de la Mamá, para lograr que su hijo malcriado deje de hacer berrinche.

¿Cómo es posible ver que un motor huele a quemado?

Me caen bien los pasajeros/as despistados que me hacen darle la vuelta a una cuadra, porque creyeron ver a un conocido "ahorita que pasamos por allá atrás". No era, pero se parecía mucho. Y luego sueltan toda la historia de esa persona.

Pasajera -En la esquina, de vuelta para "allá", no vaya a dar vuelta para "acá", porque ustedes los Taxistas, siempre se equivocan.
Chafirete Ruletero -¿Izquierda o derecha, señora?
Pasajera -No, nada más para "allá".
Chafirete Ruletero -(Nota mental: lo más probable es la derecha)
Pasajera -¡Oiga, era para el otro lado! ¿¡Usted tampoco sabe diferenciar entre "allá" y ¨"acá"!?

-¿Qué haría usted si en su Taxi se muere un pasajero?
-Lo bajo, porque no puedo transportar muertos y además ¿quién me va a pagar?

-Se encuentra usted en excelente estado de salud... pero hemos determinado que no es apto para conducir un Taxi.
-¿Por qué?
-¡Porque le hace falta un brazo!
-Le juro que no voy a tratar de abrazar a ninguna pasajera.

Dios me manda todos los días a la calle, a servir a sus hijos: mis hermanos. Lo malo es que últimamente no tengo muchas ganas de salir a trabajar.


…el amor de Omar no mora en Roma, ni es aroma de ramo…


Poco a poco va encerrándose uno en si mismo, con sarcasmo, con cinismo; buscando empatías, causando antipatías, se llega a la apatía y acaba uno por convencerse de que no es tan malo estar solo, aún rodeado de algunos lazos afectuosos incondicionales. Amor, cariño, afecto, son conceptos que no definen realmente un sentimiento, tampoco la costumbre o el tiempo; lo verdaderamente satisfactorio, pero difícil de lograr, es poder sentirse bien bajo cualquier circunstancia, cuando uno lo desee.


…a la orilla de un deseo…
…llevando al límite la posibilidad más improbable…
…hasta que el silencio en verdad se calle…
…una quietud que mueve a incertidumbre…

viernes, 20 de abril de 2012


Eugenia arrastra el olvido, de lo que fue su universo nada más le queda un pequeño pedazo de calle. Lleva largos días recorriendo ese tramo de asfalto, de un lado a otro, como presa, pasos firmes y exactos, sin traspasar las esquinas. Eugenia, mujer de la calle, que a nadie se vende, ni nadie reclama. Pernocta en la banqueta, durante las tardes toma un descanso de su ir y venir machacante, en los quicios de las puertas. Su presencia es, a la vez, importante e imperceptible, como un árbol retorcido, un montón de basura, una ventana rota, una luminaria fundida, una capa de hojas secas tapizando los autos; Eugenia es parte del mobiliario animado pero mudo, de aquel microcosmos citadino, donde ejecuta, con mínimas alteraciones, sus ciclos circadianos.
Nubes deshilachadas, pretenden disminuir la imponencia del infinito celeste un día cualquiera, pero no tienen fuerza para resistir al viento ni logran reunirse para amenazar a la Ciudad y Eugenia maldice porque no lloverá; la desnudez de la Jacaranda no puede darle sombra, pero a pesar de eso, ella siente frío al mediodía y sin aviso, su mente se pierde en el espejismo de recuerdos que creía perdidos.
Una niña con las rodillas raspadas y las manos llenas de tierra, abrazando fuertemente una muñeca, corre hacia su casa cuando escucha que Mamá le grita; se acerca la lluvia y por primera vez la sorprenderá fuera, corre huyendo de algo que no conoce y que al parecer no es bueno, pero al sentir las gruesas gotas golpeándola de pies a cabeza, la incertidumbre se convierte en risa pues el frescor del agua le produce dicha. Deja de correr y avanza lentamente, permitiendo a esa alegría que amaina y arrecia, le moje completa.
Una hermosa joven, ávida de vivir, se baña en un río, por momentos se deja llevar por la corriente, el agua cristalina no oculta su cuerpo, con descaro algunos y con indiferencia otros, la miran, mientras ella sólo ve hacia el techo inmenso que todo lo abarca. En un meandro del curso, un joven la aguarda, sin sobresaltarla despierta en ella un interés que hace poco presentía; sus ríos interiores se vuelven afluentes de un mar de amor y vida, mientras de pie en el cauce, los acaricia un cadal sin fin ni principio.
Una mujer cierra tras de sí la puerta de su realidad más sólida, sale dejando atrás lo que creía amar, pero es que un día sus amarras se soltaron, la jaula se abrió sola, sus pies desaparecieron y le nacieron alas, entonces echo a volar, sin despedida ni lágrimas, a pesar de presentir que estaba equivocada, pues sintió que algo fuera y dentro de sí, le llamaba.
Esa noche, acurrucada junto a la Jacarandá, Eugenia, única habitante del mundo, se rinde al abrazo del frío de la madrugada, las raíces del árbol absorben su savia, en pocos minutos su cuerpo se seca, hordas de insectos llevan, en diminutos trocitos, su cuerpo debajo de la tierra.
En la calle de Eugenia, cuando un nuevo día clarea, el barrendero llega a iniciar su faena, descubre el montón de ajadas prendas en la banqueta, las mueve con delicadeza para despertar a la dueña, mas ya no contienen nada; no sale de su asombro, cuando al levantar la vista, le cuesta trabajo creer que ese árbol ayer raquítico y desnudo, hoy luce hojas de un verde radiante y las flores lilas parecen resplandecer sin ayuda del sol. Más se intriga al observar el rocío que cubre a la Jacarandá entera. No lo sabe, pero son las únicas lágrimas que lloró Eugenia.
Quisiera seguir hablando de Eugenia, sin embargo ya no escucho su voz en mis sueños, ni recuerdo la belleza de su rostro, es más, ni siquiera puedo afirmar que era bello, sólo me queda un nombre en una calle.

viernes, 6 de abril de 2012


Eugenia no murió.
Se halla extraviada, suspendida, lejana de la vida.
Sumergida en un sueño inconexo de la existencia sensorial, dentro de una realidad que nadie imagina.
Imbuida en su ensoñación, hace inventario de todos sus momentos, los aquilata fuera de falsos sentimientos. 
Lleva tan poco desaparecida, que nadie la extraña y a la vez ha sido tan larga su ausencia, que nadie la recuerda; la inmensidad de aquel segundo la hace inmune al ansia, a deseos o esperanzas, en ese lapso sin límites donde se localiza, es indiferente a todo, su esencia cabal en plena paz. Abre sus ojos y puede ver en la obscuridad, flota en el vacío, no sufre ni cae. Tras un parpadeo, recorre eones de años luz, estridentes corazones luminosos atestan el infinito, los mismos que desde lejos embelesaban su vista, cuando deducía que jamás podría calcularlos y ahora puede tocarlos, fundirse en su energía, seguir viva después de la extinción, ser luz.
Eugenia convierte sus células en polvo estelar, haciendo acopio de valor antes de su inmersión en la vía láctea, atraída desde un extremo por la calidez de una lejana tormenta solar; cambiada en partículas luminosas, se dispone a regresar a su hogar.
Otro salto, otra dispersión, involución al misterio de la creación, disgregada en el siseo universal, avanza contra el impulso, para volver a encontrarse.
Tal vez en la sombra que proyecta una hoja al caer de su rama o en el aliento que se enfría al salir de una boca o en un beso que es lanzado al aire para despedir a alguien o en la lágrima de una tortuga al desovar o en el indescifrable idioma de los mamíferos debajo del mar o en esos pensamientos que de imágenes mentales a palabras no se pueden transformar; de alguna manera, Eugenia volverá.
Domina el dolor, intenta postergar el instante en que deberá abandonarse.