lunes, 25 de julio de 2011


Mañana tras mañana desde que llegó, llanto tempranero despierta al hogar.
El viejo patio siente las nuevas pisadas, llano de cemento, excelente terreno para hacer los primeros descubrimientos.
La esperanza crece, con ojos nublados, manos torpes y piernas débiles, pero con un cerebro despierto, bien abierto a la alegría y  al conocimiento. Es necesario intervenirlo, para ajustarle la mira, tal vez eso corrija su indeciso, pero risueño andar, sus intentos imprecisos de manipular. Lo que tenga arreglo, se remediará.
Con balbuceos y señas, hace al mundo girar en torno a él, pequeño tirano, grita y varios pares de manos solícitas lo atienden. Ni una palabra todavía, sólo su risa alegra las comidas, plato principal de la cotidiana reunión familiar, esperando oírlo hablar. Atención y mucha paciencia, alguna vez será la primera. Quizás algunos ángeles tardan más en olvidar las lecciones de vuelo y el divino silencio.
La familia es la mejor tierra, para practicar los pasos, ser escuchados y empezar el camino, aún con desventajas; estas pueden ser un buen impulso, aunque la inocencia se pierda en el transcurso, en todo caminito, nos acompañamos, cada mano tiene parte en la labor. Dormido en mi hombro, me da un poquito de paz.
En el mundo hay tanta indolencia, la infancia pasa tan aprisa; quisiera poder dibujarme fácilmente una sonrisa, en mi rostro de persona triste y con prisa.