viernes, 16 de diciembre de 2011

La Muerte y El Tiempo.


Obedece esta vez, Eva
y serás eterna.
Es mi promesa que sobrevivirás por interminables eras.
Te haré dueña del silencio, estarás sobre cualquier deseo,
no te vencerá ningún motivo.
Dominarás por siempre sin sufrir fatiga.
Otorgarás quietud a toda plenitud.
Nada habrá de perturbarte, Madre primigenia.
Descubre que en el vacío no hay hastío.
En un sueño de tierra irán a Ti las almas.
 
Desprecia tus vestidos, toma este manto de noche sempiterna.
Cierra los ojos, ignora los sonidos,
libera a tus manos del esfuerzo,
aspira profundamente el olor del barro al que retornas.
Simplemente polvo, ni amable ni torvo.
Despojada de sentidos, no te han de conmover llantos ni rezos,
imparcialidad tendrás ante burlones o solemnes epítetos.
Señora de las sombras, final de todas mis obras.
La Muerte te llamarás, si aceptas.

Escúchame Mujer, es la última oferta que te hace el Señor de los Destinos.
Al termino de nuestro andar, inesperadamente recibimos,
la dadiva que creíamos perdida.
Yo, su eterno siervo, llamado ahora El Tiempo,
dispuesto estoy a desposarme definitivamente contigo.
¿Acaso ya no me recuerdas?
Soy Adán, aquel con quien saliste llorando del paraíso.
Asume sin temor este nuevo e interminable compromiso.
No lo aquilates como un premio, tampoco lo consideres castigo.
Es un designio incuestionable; Tú y Yo, otra vez, los elegidos.
Inmunes como al principio, exentos de otro fallo.
Recobraremos después de la vida, a todos nuestros hijos.