Un
hombre sencillo, blandía un arma de paz,
le
hacía hablar un lenguaje de bellos sonidos.
Hombre
de raíces añejas y largas alas.
Profeta
moderno, cantaba simples sentencias
aprendidas
en su vida por las calles.
En
el laberinto su tonada se escuchaba,
constante
como lluvia de agosto
hasta
que un septiembre la cuerda
de
su lira y su garganta, se rompió.
Sibarita
pero humilde, amante de tradiciones
existencia
cotidiana, reflejada en sus cantares.
Por
naturaleza bohemio, seducía a la noche
con
su voz áspera y versos de virtuosa inspiración.
Ágiles
las palabras saltaban de su boca,
sabiduría
y humor cotidiano
trasciende
los años su discurso de juglar.
Protagonista
en el escenario de fin de milenio,
compartió
sin recelo lo más distinguido de su intelecto.
Una
mañana, La Tierra abruptamente se desperezó
sepultó
sin ceremonias edificios y personas;
tal
vez Rockdrigo aún dormía plácidamente
o
trovando daba los buenos días al amanecer
pero
falleció, lo mismo que muchos otros
y
por un instante supo lo que es estar al revés.
Se
fue a lazar quimeras con notas de guitarra
allá
dónde la eternidad lo maniata y la vez lo libera.