lunes, 11 de agosto de 2014

A Rodrigo E. González Guzmán “Rockdrigo”



Un hombre sencillo, blandía un arma de paz,
le hacía hablar un lenguaje de bellos sonidos.
Hombre de raíces añejas y largas alas.
Profeta moderno, cantaba simples sentencias
aprendidas en su vida por las calles.
En el laberinto su tonada se escuchaba,
constante como lluvia de agosto
hasta que un septiembre la cuerda
de su lira y su garganta, se rompió.
Sibarita pero humilde, amante de tradiciones
existencia cotidiana, reflejada en sus cantares.
Por naturaleza bohemio, seducía a la noche
con su voz áspera y versos de virtuosa inspiración.
Ágiles las palabras saltaban de su boca,
sabiduría y humor cotidiano
trasciende los años su discurso de juglar.
Protagonista en el escenario de fin de milenio,
compartió sin recelo lo más distinguido de su intelecto.
Una mañana, La Tierra abruptamente se desperezó
sepultó sin ceremonias edificios y personas;
tal vez Rockdrigo aún dormía plácidamente
o trovando daba los buenos días al amanecer
pero falleció, lo mismo que muchos otros
y por un instante supo lo que es estar al revés.
Se fue a lazar quimeras con notas de guitarra

allá dónde la eternidad lo maniata y la vez lo libera.

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