domingo, 27 de marzo de 2011

Seis de la tarde, se ha nublado el firmamento, recorro las veredas de cemento. Las nubes comienzan a exprimirse ruidosamente, los transeúntes buscan refugio apresuradamente, luces intermitentes en el cielo esparcen nutridas ráfagas de líquido polvoso, admiro la ciudad empapándose debajo del concierto, sorprendido por el estruendo me detengo. De los árboles escurren finas gotas que amplifican el ruido de la lluvia, los pájaros han callado, se hallan escondidos entre las ramas cargadas de agua, los perros se refugian en angostos umbrales, me parecen tristes sus mojados semblantes; camino parsimoniosamente bajo el copioso aguacero, tiro el cigarro que había encendido antes de la inesperada tormenta, poco a poco las calles han quedado desiertas. Baje de mi Taxi al advertir la lluvia, hace varios días que no me tomaba unos minutos para caminar, circulaba cerca de un parque y al ver al ocaso ennegrecerse decidir dar un paseo; el cambio de temperatura me toma por sorpresa pero lo ignoro cuando comienzo a andar entre los caminitos simétricos del arbolado lugar. Aspiro profundamente el olor de la tierra mojada, el aroma intenso de los eucaliptos, el alma de algunas cosas ha salido a danzar en el ambiente mientras el espectáculo de luz y sonido del cielo continúa, de repente parece que mengua, pero intempestivamente arremete con redoblada intensidad, sobresaltando momentáneamente mi improvisada calma; rio al sentirme sorprendido por el colosal tronido, rio al escuchar mis pies chapoteando en los charcos, rio al sentirlos empapados hundiéndose en el lodo, rio al ver correr a algunos desprevenidos buscando un techo para evitar mojarse, rio al pensar que puedo enfermarme, rio como quien nada debe y en lo poco que posee tiene todo, rio como un enfermo de demencia, gozando con verdadera paciencia los proyectiles acuosos que se precipitan sin clemencia. No sé quién o qué determina la duración de la lluvia, así como empezó, de pronto finaliza, las nubes son acarreadas por el viento, se vaciarán en otros lugares, el pedazo de cielo encima de la ciudad se descubre, la perla del firmamento luce un aura peculiar, la admiro embelesado al continuar mi caminata. El tránsito se reanuda, los pájaros se despiden bulliciosamente, los perros corren y se sacuden, las almas regresan a las cosas, otros ruidos se hacen presentes, rumores de transeúntes. Me sacudo como los perros, canto en los caminitos solitarios, como los pájaros, el viento de mis prisas me arrastra como a las nubes; regreso al tránsito.