jueves, 11 de agosto de 2011

Niños que nacen sin futuro.
Paridos del sufrimiento,
a una existencia estéril.
Habitan el infierno
y luego mueren.
Deshidratados,
sin fuerza postrados.
En la ignorancia de existir.
No piden llegar,
parten sin desearlo.
Realmente nunca sabrán.
Sus ojos no lloran,
su boca es un desierto,
donde grita el dolor,
que no puede curar el amor.
Los hombres se marcharon,
dejaron tierra, mujeres e hijos,
muriendo de hambre y sed;
la tierra come cuerpos
y es raro que el cielo llore.
Los hombres nunca regresan,
las mujeres no tienen esperanza,
engendran niños con un sino débil
y breve.
Todos son víctimas inocentes.