domingo, 2 de enero de 2011

Una gota de agua que cae, recorre un camino de años, en ocasiones es casi absorbida por el terreno donde se desliza, a veces eligiendo se mueve a prisa, otras definiendo se mimetiza, no se reseca al calor ni se congela en el frío, aunque llegó con otras en alguna lluvia y está integrada a un caudal, es una gota singular, con la habilidad de trepar, virar, moverse por sí sola fuera de la riada, caminar algunos infiernos sin evaporarse, brota de la nada y cuando su recorrido se corta parece regresar a ella, vuela en alas ajenas, se arrastra sobre la Tierra dejando asombrosos rastros, también nefastos, de su presencia, aprende en el trayecto, persiste en el movimiento, una gota bien nutrida que puede brincar hasta las estrellas, la naturaleza es magnánima con su débil consistencia, una gota fluyendo detrás de otras y a la vez precursora, marcando senda para el paso de las venideras, se empareja, se mezcla, se divide, multiplicando posibilidades, enturbia y ensucia su esencia con total conciencia de su decadencia, una gota de características similares a las demás que han desaparecido y a las que llegarán, va dejando huellas, consumiéndose en los días después de nacida, alcanzando plenitud, tocando vicios y virtudes a cualquier edad, en la ruta de opuestos inseparables, una gota ignorante de su procedencia, buscando bienestar en la teología y la ciencia, protagonista de fabulosas aventuras e inverosímiles farsas, sedienta gota indómita, ambiciosa por necesidad y necedad, desconcertada por la magnitud de la soledad, capaz de crear y destruir por curiosidad, nunca acaba de empezar, una gota que en el polvo tendrá su futuro, sueña eternidades a pesar de augurios fatales, probablemente en conjunto no conozca final alguno, entonces puede ser que siempre se vea nacer lluvia y mares crecer.


Para empezar con algo bueno este dosmilonce, una rola de los carnales Uruguayos, La Vela Puerca.