Un poco de tiempo para mirar las estrellas y no
deberle nada a nadie. Unos cuantos besos para sospechar el placer. Un poco de
tranquilidad para imaginar el futuro. Unas cuantas palabras para abatir la
indiferencia. Un poco de temor para dominar las ansias. Un poco de ilusión para
soportar la realidad. Un poco de vértigo para palpitar con la vida. Un poco de
apatía para considerar otros rumbos. Un poco de violencia y odio, para
establecer límites (internos y externos). Un poco de desesperación, por la
perfección, para estar justo en el momento indicado. Un poco de ocio, para
volver con ánimo a las obligaciones. Unas cuantas mentiras, para ejercitar la
imaginación. Un poco de prisa, para complacer a los demás. Un poco de gratitud
para quien da sin pedir. Un poco de resignación para vivir con lo inevitable.
Un poco de pericia, (y paciencia) para adentrarse en el movimiento. Un poco de
respeto, desde lo que se hace y lo que se dice. Un poco de silencio, cuando lo
amerita la ocasión. Un poco de inteligencia, para cada experiencia; aunque no
sepa lo que es, ni lo recuerde después. Un poco de tolerancia, para no caer en
el equívoco, de que todo lo que no me agrada es repugnante. Un poco de
humildad, para escuchar sinceramente a los demás. Un poco de amor, (como sea
que lo entienda) para intentar ponerme en el pellejo de otra persona. Un poco
de rebeldía, para dejar bien clara una postura. Un poco de desapego, para no resultar
afectado por cosas imposibles. Un poco de pensar antes de hablar, para no dar
consejos sin ton ni son. Un poco de autocontrol, para no quedar humillado ante
los vicios. Un poco de dignidad, para que la voz de la conciencia no tenga que reclamar.
Un poco de entereza, para afrontar las sensibles pérdidas. Un poco de oración,
para encontrar tranquilidad. Un poco de disciplina, desde el fuero interno,
para no restar en los esfuerzos comunes. Un poco de soledad, para disfrutar los
ruidos y la vista, de mi pedazo de mundo. Un poco de aire puro, para morir a
gusto.