martes, 27 de julio de 2010

Pepín y El Viejo.
-¡Hey, niño! ¿Por qué tú no juegas con los demás chamacos?
-Ganas me sobran señor, pero…

El muchachito volteó a ver a su interlocutor para responderle de forma tajante, pues su impedimento se evidenciaba, mas no pudo terminar la contestación al darse cuenta de que ese hombre carecía del sentido de la vista.


Mientras en esta ruidosa y polvorienta calle del viejo barrio, los niños juegan al fútbol con su balón de trapos, Pepín esta sentado en su silla de ruedas observándolos, El Viejo es el nuevo inquilino de la vecindad, apenas hoy se animó a salir, seguramente viene de otra antiquísima barriada pues camina con soltura, ayudado por su bastón, entre los sillones destartalados, tendederos y otros triques apilados fuera de las casuchas. Los demás mocosos arman la bulla, entre tanto dentro de las hacinadas viviendas las señoras preparan la comida, los potajes de carne y verduras despiden diversos aromas que se meten en las narices causando el movimiento de los intestinos. Los radios suenan dentro de las cocinas y al pasar cerca de ellas, el viejo se ha enterado de que al licenciado Moreira su esposa le ha descubierto una aventura, en la radionovela “Mis amores escondidos”, ha escuchado la mitad de una receta para hacer “moros y cristianos” con arroz “La Mestiza”, recordó buenos tiempos al oír el danzón “La Camarera”, brinco de gusto cuando “Chalio” Mejía, del equipo de sus amores, el Atlético Ribera, anoto gol; en fin todo un paseo auditivo para un fino oído.


El Viejo anda por el terreno disparejo como flotando, tiene un porte desgastado pero pulcro, calza botas negras de obrero, muy maltratadas por las calles terregosas, viste pantalones caqui como los de ferrocarrilero (¡vaya que si es viejo!), camisa blanca un poco raída en el cuello y los puños, tirantes negros y un chaleco a rombos que hace juego con el pantalón, corona su augusta figura una bien cuidada gorra de ferrocarrilero. Se distingue, como todos los respetables viejos de estas calles.


-¡Elegante El Viejo!,
piensa Pepín al escrutarlo con su luminosa mirada. Él por su parte, no se complica y usa cómodos pantalones cortos, dejando al sol sus flacuchas piernitas, además una camiseta sin mangas que permite advertir unos bracitos embarnecidos, pues son el motor de su pesada silla de ruedas.
No puede pasar por alto en el rostro del Viejo, los surcos que acentúan las facciones rudas del trabajador de las rutas ferroviarias y por supuesto esas dos perlas cafés nubladas, hundidas en sus cuencas; le hace gracia el corte de cabello a rape, pues en estos lares la mayoría de varones acostumbran andar relamidos. Como sabe que los ciegos tienen una suerte de radar, no le asombra que el viejo le haya hablado unos pasos antes de acercarse a su puesto de observador, en el cual hoy ha fallado, por estar atento al juego no se anticipó a su llegada, fue esa áspera voz la que lo saco de concentración.


-¡Buena tarde, Viejo!,
le dice Pepín a guisa de saludo.


-¡Vaya con el rapaz!,
murmura El Viejo, casi llegando al lugar donde se encuentra el niño. Sin embargo no hay ni un dejo de insolencia en esa bienvenida, la infantil vocecita denota familiaridad, no puede evitar recordar a su nieto.


La mamá de Pepín observa asomada a la ventana de su pequeña vivienda, no desconfía, simplemente la situación le da curiosidad, El Viejo es recién llegado al vecindario, quizá no está acostumbrado a los modos rudos de los chiquillos de barrio y ella sabe que su hijo es muy desfachatado, pero siempre le recuerda el respeto hacia las demás personas, sobretodo a sus mayores. El Viejo no parece enfadado por el atrevimiento del infante, así que ella decide mantenerse distante. Algo así es lo menos entre las muchas correrías y travesuras de Pepín y sus amigos. Más de una vez corrió apurada a levantar a su hijo de la lodosa calle, porque sus compañeritos querían meterlo a prisa en su casa cuando el juego era suspendido por la inesperada lluvia, al ser la silla tan pesada se enterraba en la tierra aguada y el pequeño aterrizaba de cara en el lodo provocando la angustia de su madre, entre todos lo alzaban para volver a sentarlo y antes de que ella llegará, estallaban en risas al ver a Pepín completamente embarrado pero ileso después de aquel clavado. Era un niño fuerte y animoso, sabía caer sin sufrir ningún daño, pues le gusta lanzarse tras la pelota cuando esta pasa cerca de él.


-Te he preguntado ¿por qué no estas jugando con los otros escuincles?,
le dice El Viejo.


-Acércate,
le invita Pepín pícaramente.


El Viejo avanza extendiendo su mano esperando encontrar una cabecita sudada por el esfuerzo de correr varias horas bajo el sol, pero sus dedos topan con un fierro frío, se desconcierta momentáneamente, pero reconoce el espaldar de la silla de ruedas; se siente algo desubicado y al intentar situarse al lado del cochecito patea una de las ruedas, inmediatamente Pepín exclama:


-¡Ayyy!, deberías entrar de defensa, abuelo.


El Viejo ríe con la ocurrencia del chamaco y ahora si, colocado junto a Pepín, recorre con sus manos la carita vivaz, la piel curtida por largas horas a la intemperie, terrosa por los ventarrones que se levantan en estos olvidados arrabales. Pepín no deja de sonreír, sabe que el viejo lo nota, se ha dibujado en su rostro una mueca amigable.


-Ya veo, seguramente haces de árbitro en este juego,
barrunta bromista El Viejo y esta ocasión, es Pepín quien suelta la risa sin disimulo.


-¡Diablo de muchacho!
-¡En persona!


Ríen los dos, con entendimiento, como si se conocieran de toda la vida.


-¿Eres ciego de nacimiento, abuelo?,
espeta cándidamente Pepín, alargando sus manos hasta la cara del Viejo.
-No, esto es debido a un accidente, un mal cálculo.


El Viejo perdió la vista debido a una explosión, cuando trabajaba en la construcción de la línea ferroviaria, él era zapador; una desafortunada distracción, una carga de dinamita erróneamente armada, mecha muy corta, mal momento y lugar para un hombre en plenitud de fuerzas. Hay un tiempo entre la señal para alejarse de la zona que se va a explotar y el momento justo del estallido, suficiente para ponerse a salvo, pero esa ocasión el Viejo no pudo guarecerse.


-Entonces no vas a preguntarme de que color es el cielo, ó si tu madre es hermosa ó si tú eres un caballero bien parecido.
-Esas son preguntas de niño. Hace tiempo vi muchas cosas, las tengo en mi mente, varios recuerdos se han borrado, pero conservo cantidad de imágenes en la memoria.
-Sí abuelo, mis amiguitos del hospital siempre me preguntan lo mismo, puedo describirles el rostro de sus madres, pero ¿cómo les describo un color? Sólo les puedo decir que el azul del cielo es tan hermoso como lo es el rostro de ellas.
-Buena respuesta. ¿Y tú, que cosas has visto, pequeño?
-Pocas abuelo, debo estar en esta silla desde que tengo uso de razón. De mi casa a la escuela las calles son muy parecidas, pero me agrada contemplar el cielo cuando esta descubierto; lo que más me gusta es ver el puerto, desde la placita del hospital observo el ir y venir de los barcos, también el patio de trenes en la vieja estación abandonada. Si pudiera me pasearía por esos lugares todos los días.
-Algún día. Yo te puedo llevar si tú me guías, hace mucho que no ando por esos lugares.
-Claro, tú serás mis piernas y yo tus ojos.
-Tremenda pareja ¿eh chaval?


Suenan las dos de la tarde en el reloj de la catedral. Las mujeres comienzan a salir de sus casas, para llamar a los chamacos a comer; dedican unos minutos en el cotilleo de los programas de radio, las fiestas de la parroquia, los problemas de sus maridos en el trabajo, los chismes de la calle, que si alguna de las niñas ya dejó de serlo y comienza con los cambios propios de la edad, que si los muchachos mayores andan a deshoras por el centro de la ciudad y los han visto en la juerga; El Viejo es tema por ser recién llegado, lo escrutan con descarado interés pues saben que él no las puede ver.


-Abuelo se ha formado el corrillo en tu honor.
-Vaya distinción, andar de boca en boca, ya no hay respeto.
-No hagas caso, en una semana nadie hablará de ti y podrás estar en paz. Dime, abuelo ¿estás solo?
-Más solo que la cima de una montaña, pero más a gusto que una parroquia en día de fiesta.
-¿Gastas tu dinero en alguna fonda del centro? Te caería mejor una comida hecha en casa, no se hable más, esta tarde comerás en la mía.
-¡Vaya qué eres un fresco! Así nomás, sin preguntarles a tus padres, invitas a un desconocido.
-Vivo con mi Mamá, nada más. Ella no se molestará cuando le diga que hoy tendremos compañía en la mesa.
-Cuéntame, pequeño ¿por qué tu padre no está con ustedes?
-Trabajaba en el puerto; un día vinieron a avisarle a Mamá de un desafortunado accidente, un error como has dicho tú, una carga mal sujetada, no tuvo tiempo de ponerse a salvo, murió bajo un montón de costales de sal. Mamá ya no pudo verlo con vida, tuvo que reconocerlo, yo no lo vi hasta el día del sepelio, antes de que lo bajaran a la fosa. La gente hablaba de nosotros con lástima, no se imaginaban que una mujer viuda y un niño “lisiado” pudieran ganarse la vida. La cooperativa cubrió los gastos y queda una modesta pensión para sostenernos, Mamá se reparte en varias labores al día, vivimos lo mejor que podemos. Lo extrañamos mucho, pero Mamá nos ha sacado adelante, es fuerte como lo era él, ya la vas a conocer.


La madre de Pepín ha salido a la calle para avisarle de la hora de comer, alcanza a escuchar, las palabras de su hijo, se siente complacida y tranquila al saber que el chiquillo aprecia sus esfuerzos, guardando un buen recuerdo de su padre, sobreponiéndose a su ausencia e intentando, como ella, dejar en el pasado esa desgracia.


-Me asombra tu entereza, muchacho. ¿Qué haces para aliviarle la carga a tu madre?
-Le ayudo todo lo posible en casa y con algunas labores que trae de vez en cuando para completar las cuentas. También me empeño con los libros, quiero tener buenas notas en la escuela, voy a ser el primero de mi clase para darle una alegría a Mamá.


La joven madre de Pepín los interrumpe. A esta hora el calor es más intenso y lo mejor es pasar a la pequeña pero acogedora casita para tomar los alimentos y posteriormente regalarse una siesta en lo que refresca la tarde.


-Señor, espero que Pepín no lo esté molestando. Bueno, es la hora de comer ¿nos hará el honor de acompañarnos?
-No quisiera darle molestias, pero me ha agradado tanto encontrarme con su hijo que acepto con mucho gusto.
-¿Ya ves abuelo?, te dije que Mamá no se opondría.
-Pepín no seas maleducado, llámalo por su nombre. Disculpe a mi hijo, es un poco campechano.
-No se preocupe, señora, pero es que con la plática no me he acordado de presentarme.


-¡Cuidado Pepín!,
le gritan en coro al pequeño el grupo de niños que jugaba a la pelota.


Pepín voltea rápidamente y haciendo gala de su viveza, se impulsa en los costados de la silla y eleva su cuerpo para asestarle un certero cabezazo al balón de trapos, se queda unos momentos balanceándose hasta que la andrajosa pelota cae en las manos de uno de sus amigos. Toda la mañana esperando un momento así, se imagina haber metido gol, jugando en un gran estadio, su carita es la viva imagen de la alegría.


-¿Viste Mamá? Abuelo tendrías que haberme visto como le di a la pelota.
-Me lo imagino oyéndote tan contento.
-Bueno caballeros, pasemos a la casa, ya habrá tiempo para estar en la calle, más tarde o mañana.


El Viejo se apoya en el espaldar de la vieja silla y guiado por la madre del muchachito se dirigen a la pequeña vivienda. Rodeados de los otros niños, que se han acercado a festejar con Pepín, avanzan por la banqueta, los chicos se despiden palmeándole fraternalmente los hombros, pactan de una vez el próximo partido, más tarde o mañana, es el dicho entre la gente. No existe ninguna prisa, cada quien se introduce en su propia casa, ya se reunirán otra vez en la calle, los viejos, las señoras y por supuesto ellos, los niños, que le dan color y vida a estas polvorientas calzadas, ahora solitarias y silenciosas, pues el bullicio se reparte y se vuelve un murmullo desde el arrabal, combinándose con las sirenas de los barcos en el puerto cercano, los pitidos de cada tren que arriba a la estación y el tañido de las campanas en la catedral del centro.

sábado, 24 de julio de 2010

POST CON ROLA
Es su rostro un caleidoscopio de muecas y colores, cambiantes, desobedientes. En su cabeza las ideas se niegan a dar paso a oraciones coherentes, rehuyéndose entre si, entrecortando el habla. Los ojos hacen agua, a punto de naufragar en la espiral del ridículo. Aislado en isla infranqueable de temores, sabotea cada intento de rescate, adentrándose aún más al refugio ambulante que lo expone. Preso irredento, deambula intranquilo, por la gran cárcel sin barrotes, carente de ruta y destino. Sintiéndose inquieto por procaces pensamientos, contrarios a ciertos mandamientos. Largos letargos, flotando en anodino tiempo, persiguiendo apariciones. Fatalista indefenso. Individuo desapegado de formas y gustos colectivos, se mimetiza silencioso, inmóvil, ciego de imágenes en la mente, sordo a la algarabía de la gente. Desconfiado. Observa sigiloso, desinteresado del humano tránsito diario. No lo atrae la competencia, ni se afana en complacencias. Jamás respeta hábitos, satisfecho mira el caos con total indiferencia. Tampoco esta impuesto a metas, a proyectos no se aferra, a malvivir el presente se concreta. A veces el ánimo no le alcanza ni para lo ordinario, constata con fingida indolencia como las horas se agotan a diario. Los malos tiempos son un abismo donde mora con frecuencia. Su ser ha sabido de vicios y situaciones sin sentido. Ahora, un tanto abatido, intenta ser precavido. No atina a resolver si está en una búsqueda o anda extraviado; preguntándose si va rumbo a donde quiere estar, anhela encontrar respuestas y un camino. Aunque otros modos de vida desdeña, muy a su pesar, constantemente con ellos fantasea. Nadie vela su descanso, no hay quien por él aguarde, ni se preocupe de cuidarle. Ocho horas las vive inconsciente, en sueños confusos; otras cuatro procura estar distraído, oyendo chismes de gente superflua; sabe que el resto del día se va a sentir reducido, perdido en su triste rutina, aburrido. Apartado de los tumultos, tan solo como Dios Padre, pero más a gusto que el Diablo. Dirige la vista al suelo, es tan corta su altura; levanta los ojos al cielo, se da cuenta de la insignificancia de su estatura. En el filo de la dualidad mantiene precariamente el equilibrio. Aspira a dejar de ser absorta sombra.




¡¡¡LA VELA RIFA!!!

lunes, 19 de julio de 2010

Muchos pensamientos,
nada que decir,
en balde me atormento
al intentar discurrir.
¿Si no me afano,
de qué me ufano?
No encuentro calma,
tras larga noche,
grita mi alma,
un rudo reproche.
Atento en silencio,
sensible al murmullo,
presto lo agencio,
vuelto reo suyo.
En impávida víspera,
el juicio perdí,
con desasosiego,
insomne seguí.
¿Estaré para reanudar,
o me quede por esperar?
Captar la oportunidad,
luciendo pericia;
trocarla banalidad,
vulgar estulticia,
mortal ambigüedad.
La razón pobre,
del alma libre,
concédete hombre,
el descanso cobre.

lunes, 5 de julio de 2010

Subir cargando,
vertebras bajo presión,
bajar aligerado,
abdomen en tensión,
caminar apresurado,
extenuante locomoción,
lapso limitado,
trajinar sin dilación,
laborar al plazo aliado,
evitando su coerción,
al término llegar holgado,
disfrutando de satisfacción.
Infalible compañero
del acucioso obrero;
implacable capataz
del displicente incapaz.
Empujando cuesta arriba,
vital rebasar el vértice,
gastando sudor y saliva,
dolor, de logro es índice.
Al conquistar la cima,
quítate el peso de encima,
observa caer el lastre,
cerciórate que no te arrastre.

lunes, 28 de junio de 2010

Ilusión mantenida por años, fiel, esperanzada.
Pena y decepción cada nueva ocasión desperdiciada.
Devoto soldado de lo utópico,
obsesionada espera por un hecho atípico,
imposible darle un vistazo crítico.
Pretextos inútiles, cosecha de promesas vanas.
La debilidad induce a fallar continuamente,
se basa la farsa en inconstancias.
Mediocridad disfrazada de esfuerzo.
Lealtad traicionera, cínicamente olvida, engaña premeditadamente.
Frustración abrumadora te sitúa cara a cara con la realidad.
Apasionamiento irracional.
Negación.
Ira que se torna en llanto; incapacidad para aceptar la verdad.
Olvidar y reiniciar, a cuestas la derrota; con los viejos vicios,
las mismas excusas siempre a la mano.

miércoles, 23 de junio de 2010

Me he decidido terminantemente
a abandonar alcohol y tabaco.
Dejarte incluso a ti mujer, de Onán el culto,
“galana de los fuegos de artificio”,
empero me permites a mí,
cordero impuro, destinado al sacrificio,
con el consentimiento
y la complacencia
de mi indolencia,
entre mis manos, solitaria,
acariciar tu forma, rígida e inhiesta;
eres ahora, mi nuevo vicio.

lunes, 14 de junio de 2010

La verde alfombra mágica, ardía y humeaba. Mi cuerpo, tendido en ella, conscientemente fue perdiendo el control mientras flotaba.  mi pulso unido al cosmos palpitaba; un tropel desaforado se abría paso desde las entrañas. Fui el centro, me sentí inmenso, del fondo de un volcán brote con la lava, un grano de arena, al mismo momento, gigantesca galaxia.
Subía la marea, la noche llegaba, locos con lobos, aullando danzaban.
Me lancé desde un acantilado, en el momento más álgido de dantesca tempestad.
Los sonidos reverberaban haciendo rebotar la luz, mezclándose entre si, volviéndose una forma solida que cortaba como viento de montaña; fragmentado en minúsculas partículas viaje unido al aire, hasta un límite desconocido. Ningún elemento estaba estático, el centro exploto cubriendo todo, pero la expansión regresaba contrarrestando la fuerza del estallido; al combinarse, los componentes perdían su aspecto original, volviendo a consolidarse en formas cambiantes. Paradójicamente, la desintegración es unión.
Me sentí incompleto, me intimidó la noche; siguiendo el curso de una repetición infinita, fui reuniendo mis dispersas partes hasta encontrar el delirio.
 Bajo la marea, el sol se ensañaba, domando las crestas llegó la resaca, trayendo cierta calma.
De arena revuelta se levantó mi alma extraviada.

viernes, 11 de junio de 2010

Madrugada fría,
opaca alborada,
tibio mediodía,
tarde nublada.
De noche
la tormenta
cae inesperada;
vientos iracundos,
paz devastada,
el llanto
me cala;
intento impedirla,
fe desesperada,
horas de insomnio,
en ella naufragan.
Otra mañana,
el sol
se retracta,
cuando asoma,
de bruces
me halla.

lunes, 7 de junio de 2010

Guardándome las ganas, estrangulo el ingenio, despreciando la iniciativa le resto posibilidades a mis perspectivas. Traicioné mi destino, llenando los días de pura desidia. Indicios de ánimo, esperanza y alegría, opacados diariamente por la densa pesadumbre de mi apatía. Desprovisto de valor, la vida no puedo amar. Soy el pez que no quería mojarse. Contradictorio. Renuente a renunciar a mis deseos; la virtud trastocada a vicios. Promesa del ayer, Don Nadie hoy ¿y mañana? Harto de vivir las viejas glorias ajenas.
El licor no mata penas ni las torna más amenas. En el cementerio del olvido, regándolos de reproches, he sepultado mis ilusiones y proyectos; en tabaco y alcohol evaporé mis buenos sentimientos. Vago laberintos olvidados, topándome con animas errantes y perros extraviados; perdidos estamos todos, sin estrella.      ═╦╩═╬═╦╩═╬═╦╩═╬═╦╩═╬═╦╩═╬═╦╩═╬═╦╩═╬═╦╩
La soledad ya es rutina, monótona compañía, sucediéndose los días, grises sin alegrías, casados con la apatía. Aletargado prisionero del hastío, con semblante mortecino, vacío de sentimientos. Autómata temeroso de lo inminente, titubeante en la espera, por miedo malgasta el tiempo. Inquilino del ayer, sin poder dejarlo atrás, al fin es pasado, no revivirlo, ¿para qué volver a pensarlo, sentirlo? Obstinado en cargar con ese pesado legado, viviendo a el atado. Recuerdos distorsionados, se acumulan desordenados. De repente se hacen presentes, desafiantes asfixian la conciencia, causando impaciencia. Es sin duda una abultada carga, lo que paso y no tomamos, lo tomado sin provecho y el hecho del fracaso.     
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Tengo un recuerdo de mi niñez, en ese tiempo no temía, el futuro era una palabra de la cual ignoraba el significado. Mi sueño siempre velado por la ternura; los deseos se realizaban casi al instante, eran simples y no llevar a cabo alguno no indicaba un fracaso. Con inocencia pueril, sólo me ocupaba en divertirme, comer y dormir, las tareas no eran una carga. Ahora el aburrimiento es cotidiano, mi apetito va de la gula a la indiferencia, sin placer; paso noches enteras insomnes y algunas veces en tortuosos sueños me debato. Trastornado en infinitos e inservibles pensamientos, los mantengo a pesar de hallar salida, pues le he tomado gusto a la amargura de vivir perdido.       ╩╬╦╬╩╬╦╬╩╬╦╬╩╬╦╬╩╬╦╬╩╬╦╬╩╬╦╬╩╬╦╬╩╬╦╬╩╬
Muchas veces he traicionado mis principios, no obstante me reivindico con manidas justificaciones, para continuar en el equívoco. Reptando como animal inmundo, guardando intactos mis pensamientos más profundos, negándome a seguir los caminos conocidos. No atesoro herencias, ni puedo poner precio a mis experiencias. Dudar es perder tiempo. Incertidumbre y certeza, todo tiene contraparte. Paraíso me aguarda al final de mi sendero; veleidosamente le doy la espalda, andando otros rumbos de vicio, deleite y falsedad.
Dolor, vergüenza y llanto me devuelven maltrecho a la senda, arrepentido. Inseguro reanudo la marcha.   
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lunes, 31 de mayo de 2010

En el camino estaban las huellas,
único monumento a su memoria;
con el transcurso de las eras,
otras marchas borraron su gloria;
yace en el olvido su empeño
al atender la suplica perentoria,
del oprimido y flagelado pueblo
que los tornó fantasmas en la historia.

Con entrañable amor a su tierra,
contra el enemigo, valiente se apresta,
seguro esta, habrá de morir sin lauro,
arma empuñada, encara la lid expuesta;
después del agravio, sepulta la paz queda,
inevitable sino su designio manifiesta;
él, dócil hijo, defensor de la joven patria,
no se rehúsa a la suerte impuesta.

De la actual heredad, nadie recuerda
al antecesor, por su raza convocado
a dejar la vida en guerra cruenta,
evitando su hogar fuese mancillado.
Satisfecho con este destino, a batallar
acudió el caudillo, sabiendo será olvidado
por su estirpe, que polvo de largos años
le ofrenda a su sepulcro abandonado.

viernes, 28 de mayo de 2010

Juego de palabras.

Llego a casa, con ganas de platicarle a mi esposa lo bien que me fue durante el día en la chamba.

Le digo:


-Mi amor, en este trabajo, tiendo a subir, mejoro…


Ella, que denota en su aspecto el cansancio, después de la jornada laboral y los quehaceres de la casa, me interrumpe bruscamente con un ademán de fastidio y me dice:


-Mi amor, mejor sube a tender.

jueves, 20 de mayo de 2010

Esta naciendo una idea, aun sin pies ni cabeza.
No quiere volverse obsoleta,
implora existir, sublime o abyecta,
ni perecer entre mentiras,
dichas por falsos profetas.
Le hace falta trovador para ser perenne canto,
ser de esas rarezas que se dan de tanto en tanto.
Va en busca de poeta,
que en oda la convierta;
filósofo, pensador afirmándola verdad,
aunque pocos la comprendan.
Rechaza habitar en boca de charlatanes,
prefiere entregarse a populares refranes.
Escritor o escribano,
poderosa la transmita,
pluma saeta a la mano.
En revolución ó revuelta,
ser semilla de la gesta,
pilar en una doctrina,
lema en una protesta,
porque una vez manifiesta,
no existirá quien la contenga.

jueves, 13 de mayo de 2010

"Si crees en el amor a primera vista,
               mejor consulta al oculista"

lunes, 10 de mayo de 2010

Fuiste refugio, antes de ser mi familia.
Caminé en tus pasos, después me enseñaste a dar los primeros míos.
La debilidad no existió en los ejemplos de firme ternura.
No me daba miedo la noche, ni temía quedarme solo,
porque podía al cerrar los ojos contemplar tu hermoso rostro.
Esas manos delicadas pero fuertes, me impusieron respeto al trabajo de las mujeres solas, mujeres valientes.
He aprendido que en una mujer habitan el infierno y el cielo.
A pesar de no seguir el camino que tú me recomendabas, cuando sabías de mis extravíos, volvías a indicarme la buena senda.
Cuando enfermé, dejaste de dormir para atenderme; incontables veces mi tristeza consolaste, mis infantiles deseos colmaste y cuando quise alejarme, aún sintiendo incertidumbre, lo aceptaste.
Siento tus bendiciones todo el día, como un sol reconfortante.
Ahora ya no me llevas en los brazos, ni velas mi inquieto sueño, como centinela al lado de mi cama; pero jamás olvidaré tu amor inagotable, ni la invaluable herencia con la que enriqueciste mi existencia entera, viene de tus Padres a ti, cual diáfano torrente que no se detiene ni conoce fin; de tu hermosa persona a tus hijos, con palabras y acciones lo transmites: es la Fe.
Te veo consumirte año tras año, en silencio, absorbida por las cotidianas rutinas. Le somos indiferentes al curso de la vida, pienso al mirarte. Si te escucho reír mi ánimo despierta, pero cuando callada estas, con ese gesto triste, mi calma se turba. Cada despertar, mi primer pensamiento en la oración, es para agradecer que puedo tenerte esta mañana también.
Este mismo día, en años anteriores, he llegado al hogar sin flores de regalo, nada más un beso en mis insolentes labios, beso que gustosa aceptas.
Hoy me presento ante ti con pensamientos, siemprevivas y una rosa roja palpitante.

martes, 4 de mayo de 2010

Oda a nada.
Poema sin tema.
Aburrida balada.
Inmerso en los versos,
pero sin práctica en la métrica.
Romance convertido en trance.
La epopeya no deja huella.
¿Podría una fantasía,
convertirse en elegía?
Épica patética.
Poesía que poco decía.
Himno sin ritmo.
Aburría la utopía.
De la farsa ser comparsa.
Drama carente de trama.
La prosa, resulta harto sosa.
Sonetos incompletos.
Desesperación se evidencia en la oración.
Inconcluso, otro tanteo de un iluso.
Pírrico escritor empírico.
Confundido por la parábola,
incapaz de hacer fábula.
Comedia sin estructura,
refundida en la basura.
Del intento de hacer cuento,
resulta un esperpento.

sábado, 1 de mayo de 2010

Cuantas veces he leído ó escuchado recitar, algo parecido a:
“La luz de la luna entraba por mi ventana…”
No tantas como las ocasiones en que la he visto, plateando el contorno de las sombras, proyectando en todas las cosas, su luminosa palidez.
La observo escondido, más callado que el silencio, inmóvil, atento.


En medio de la negrura, resplandeciendo argentada,
yo en el abismo cautivo, le dedico una mirada,
vacía, anhelante, lánguida y desesperada,
desde un rostro perplejo con el alma desahuciada,
al contemplarla reinando, en el cenit acomodada,
la soberbia se presenta humildemente postrada;
pienso con gran terror, no habrá más alboradas,
presa por siempre será, mi vista hipnotizada.


Luna, noche y silencio; alianza perpetua.
Me dejo bañar por su quietud,
sintiendo su influjo en mi actitud.

Me rompo como las olas,
mezclándome conmigo mismo,
ni mejor ni peor, en apariencia tranquilo,
cada vez más confundido.
En el ir y venir sobre la arena,
infinitas caricias le prodigo,
nunca la poseo, por ella estoy contenido.
No soy de mi movimiento dueño.
Me domina a su capricho
la perla del firmamento.

Compañera de noches oscuras,
escolta que alumbró la senda.

Bienvenida la luna después de la lluvia;
buena acogida a la pálida dama,
mandataria de mis sueños;
encanta mirarla orlada con nubes,
acrecentando su fulgor;
y atento al esporádico evento
de verla interponiéndose al sol,
reprimiendo mi atormentado aullido,
hace varias lunas estoy.





jueves, 22 de abril de 2010

Bien entrada la noche, me despierta el silbido de tu respiración,
sonido más armonioso del concierto que arrullaba mi sueño;
descubro un rostro sosegado, lo contemplo con devoción.
Recorro, con la vista, el cuerpo desnudo bajo la seda,
interrumpe tu descanso, mi naciente agitación;
nos encontramos en cómplice y lúbrica mirada.
Presagiamos con voluptuosa intención el deseo recíproco,
ansiosos impulsos mutuos anticipan la celada,
colisionan dos fuegos, en un encuentro inequívoco.


Bautízame con el líquido salado de tu regazo,
mientras paladeo el zumo agridulce surgido de tu boca,
cada poro expele su euforia, somos un volcán orgánico,
abrasando el blanco mar que nos sostiene.
Dos larvas benignas miden el terreno con vehemencia,
disfrutando analogías y variedad sin impaciencia.
La aspereza se estremece vibrando expectante,
allanándose al sentir el húmedo y acariciante paso.
Al encontrarse, se reconocen, se entregan,
enfrascándose en un duelo placentero.

Caemos en la tentación,
mas no en el pecado;
en intimidad, la unión
es un acto sagrado.


Por aromas de éxtasis envueltos,
sendos torrentes fluyen intestinos,
le petit mort tan repleta de vida,
una pareja, en su vía láctea sumergida.

Ligados por un lenguaje instintivo y silente,
impregnadas una de otra nuestras almas,
han tocado la solidez de lo intangible,
preservado la fragilidad de lo perdurable,
retornando embelesadas, del vacío a la calma,
el tálamo es guarida de los cuerpos inertes.

Poseídos nuestros espíritus del ardor más lujuriante,
rendidos a tan sublime concupiscencia,
serpientes devorándose mutua e infinitamente,
bajo el yugo voluntario de un instinto epicúreo.

viernes, 16 de abril de 2010

Unos minutos antes de la medianoche, con seguridad sé, no habré de conocer lo que llaman aurora. Este cuerpo enfermo dejará de tener conciencia de existir. Amortajado por sombras en la incierta espera. Hace algunas horas la juventud vivía; no tengo recuerdos de mi nacimiento, ni la ignota noche previa dejo indicios en mi memoria.
Cuando el sol se levantaba los primeros pasos dí; ya me dispongo a andar los últimos de mi breve vagar, los que me han de perder en otra desconocida oscuridad.
Un día en la vida, efímero; me parece haber vivido solamente hoy. El tiempo transcurrió y no pude hacer más que tratar de ir a la par de el.
Impotente ante la situación, veo pasar los segundos finales, insatisfecho. Sin más porvenir ni ayeres. Sólo el presente es eterno.

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Ya no respiro, sin embargo, extrañamente, percibo oscuridad, un denso vacío me circunda, he perdido todas las sensaciones físicas, profunda quietud, desconocida, me domina. ¿Los muertos añoran la vida? Atmósfera de lamentos me traspasa; se le unen los míos, como sonar de ballenas en el mar, pero no comunica nada esta tonada, es una sonata lúgubre, desesperada, son rezos y maldiciones, por ilusiones derivadas a decepciones. En esta condición no hay duda ni espanto, es levedad.
Mientras vivía, jamás pudé imaginarlo.

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Cuando me declaren muerto, mi cuerpo al aire libre ha de estar, como un desecho sin guardar. Desintegrándose a la intemperie, sea un elemento más. Corra en el ímpetu de la corriente que al mar se agrega ó en el lecho inerte, por donde esta pasará. Revuelto con hojarasca, Eolo a su albedrío nos paseará; uniéndose con la tierra, como si regresará al vientre. Flotar en nube de hollín, capa de polvo, posándose, día tras día, en cualquier lugar.
Hacer que lloren unos ojos, lágrimas que ya no podré enjugar,
secar algunos labios, un beso póstumo les daré,
prenderme a unas manos, sutilmente las estrecharé,
habitando en aquellos suelos, descomponiéndome y unido al polvo, que polvo soy,
lograré no perecer.

domingo, 11 de abril de 2010

Dos amantes, al besarse,
detenidos entre la multitud,
ignoran el movimiento en derredor,
intentan de la realidad sustraerse.
Ese dúo estorbando el paso, se vuelve
blanco de miradas curiosas, admiradas,
que pretenden ser indiferentes.
Causa asombro esa forma de evadirse,
dejándose llevar por el vaivén
presuroso de los extraños.
Son el centro en su universo,
ella y él,
viajeros errantes, compartiendo ruta,
espuma en la cresta de las olas.
Ojos cerrados,
se olvidan del tiempo,
húmedamente en el silencio,
sus bocas se dicen todo.
Cubiertos por su abrazo,
insolentes ante la indiscreción,
le muestran un nuevo rostro,
en el cual los dos se funden
íntimamente;
semblante de amantes,
anónimo, de complicidad.

sábado, 3 de abril de 2010

No desconfío de nadie, con cada cual soy amigable; igual trato al ceñudo, al afable, el de mirada hosca o el de faz noble, no juzgo apariencia, me brindo amable; sin embargo la precaución es indispensable, con todos voy atento, ante peligro probable. -Pherro solitario de la calle-

martes, 23 de marzo de 2010

A esta biblioteca entro a dormir, mientras mi hijo sale de la escuela, con mi cabeza enmedio de las hojas de algún libro, espero alguna conexión desconocida entre las palabras escritas y mi mente se produzca y aumente mi sapiencia. No es cierto, si leo, cuando no me gana el sueño. Ver mapa más grande Calle Jalapa # 272, Colonia Roma Norte, Delegación Cuauhtemoc, Distrito Federal. Justo en ese momento el camión tapando la entrada, pero ahí, entre las dos escuelas primarias públicas Benito Juárez -una conocida como "la roja" y la otra "la azul"-, esta la biblioteca Benito Juárez, (antes Abraham Lincoln). Y además de todos los libros, estan estos dos murales.
El Cuento ó La Lámpara de Aladino.
La Historia.
Al tomar esta foto, las condiciones de luz y la posición desde donde yo me encontraba, no me permitieron lograr una imagen nítida, pues los burócratas que laboran en la biblioteca, me negaron el acceso al primer piso del recinto. De cualquier manera, creo que no salió tan mal.

En esta cartulina, escuetos datos sobre la biblioteca y el creador de los murales.

AQUÍ, Información completa de la vida y obra del autor de las dos obras pictóricas.

domingo, 21 de marzo de 2010

Camino observando, buscando la oportunidad, por la amplia acera del nuevo centro comercial. Gente distraída veo pasar en su presuroso andar. Entre estas personas la víctima voy a elegir. No llamo la atención de los demás, mi aspecto y mi persona son lo que se dice "normal"; un ciudadano más, transitando en la ciudad. Voy a atravesar la avenida; considero una posibilidad, dos mujeres a la otra esquina también se disponen a pasar, caminan seguras, rodeadas de miradas insistentes, descaradas, las persiguen sin un fin particular; ellas inmunes a todo continúan su paseo. Las dos, en ambas manos cargan las bolsas de sus compras. Esta calle por la que andamos tiene muchos comercios, restaurantes, edificios de oficinas, por lo mismo es muy concurrida y el tránsito se acentúa, pero al parecer las damas en cuestión se dirigen a mi zona... eso espero. Mi área de acción, una avenida amplia, de ancho camellón, casas grandes, pocos edificios, contadas personas a pie, los autos pasan interminablemente a toda hora de la jornada laboral y lo más favorable para mí: escasa vigilancia. Me sorprende el cambio de las circunstancias en cada calle, apenas doblando la esquina, como si estas fueran fronteras. Divago, la droga esta en los más alto del efecto dentro de mí, comienzo a sentir en todo el cuerpo esa sensación incontenible: es el miedo y se acerca el momento de sobrepasarlo. Reacciono, casi las pierdo de vista, aceleran su andar, estoy nervioso, quizá se han percatado de mi y les resulto sospechoso. Sigo detrás de ellas, una calle más y entrarán a mi territorio; ignoro si es el destino o el diablo pone la mesa, me ufano de mi suerte. Damos vuelta a la derecha, no les inquieta mi cercanía, para ellas no existo, soy habitante de una realidad que no las afecta... hasta ahora. Estamos en mi territorio, desde este instante sólo somos ellas y yo. Voy a pegar la carrera, desaparece el dolor de mi cuerpo... ¡maldita sea! ... me paro en seco, aparece un vigilante acompañado de su perro; considero eliminar al guardia, pero el mastín representa demasiado riesgo. Estoy clavado en el piso a punto de arrepentirme, ocultándome detrás de un poste; él las saluda con demasiado afán, si se meten ahí se acabo. Todo pasa como en cámara lenta: las mujeres los esquivan, siguen caminando, vigilante y perro dan media vuelta, desaparecen de mi campo visual, ¡pinche viejo morboso, nada más salió para verlas! Lo ignoraron cortésmente. La molestia por el posible fracaso me desquicia y según yo se alejan apresuradas; corro precipitadamente, tropiezo, caigo de rodillas, me maldigo y me levanto tambaleante, iracundo, con torpeza reinicio la carrera. Empieza a llover, por eso apretaron el paso; acorto rápidamente el trecho que ellas avanzaron, casi las alcanzo, estoy muy alterado y siento el intenso dolor en mis brazos, producto de la golpiza que me propinaron ayer unos policías. El malestar es general, viene y va entre estomago y cabeza, exacerbados los sentidos hasta el límite, las manos ansiosas de apañar la presa; pero no hay duda, lo voy a hacer. Escucho una puerta abrirse , se dirigen hacia esa fachada, ahí si las esperan, las vieron antes de llegar, seguro a mi también, no soy nadie, pensarán que la lluvia me ha hecho correr, es el momento, voy acercándome, escucho sus voces, me llega su fragancia, huelo su seguridad, que estoy a punto de despedazar; inclino el cuerpo, extiendo los brazos, paso en medio de las dos arrebatándoles violentamente las bolsas, caen al piso, no volteo, sólo pienso en correr más rápido, alejarme del lugar; la lluvia ha arreciado. Debí sorprenderlas –seguramente también a quien las recibía- pues no escuche gritos, nada más sus gemidos ahogados al caer en el pavimento, debieron quedar pasmadas por la brusquedad inesperada; no tengo tiempo para sentir lástima de ellas. Voy veloz eludiendo los autos, dejándolos detrás, detenidos por los semáforos, me sirven de parapeto para lograr la fuga, si algún conductor se ha dado cuenta, no querrá mojarse para atrapar a un ratero, después de tantas horas de trabajo y fastidiados por el caótico tránsito, nadie quiere jugar al héroe. Ningún policía a la vista, son como los perros, se resguardan donde pueden para no mojarse. Es la indolencia una buena aliada. Tuerzo a la derecha, alcanzo los rieles del tren, corro sobre los durmientes, el tránsito y el chubasco me ayudan para huir con mayor celeridad, nunca vuelvo la vista atrás, si me alcanzan dejo el botín y escapo, mi libertad ante todo, sin embargo en esta ocasión -con la recompensa en mis manos- salgo avante. Me imagino en una carrera que ya tengo ganada, sin adversarios. Huyendo, sin parar, llego a mi guarida en la zona industrial, terrenos baldíos, donde convergen caminos de vías en desuso; aquí, aún sea de día, ni extraños ni policías se atreven a seguirme, mucho menos a entrar.

martes, 16 de marzo de 2010

La Iglesia del Cerrito, en el Cerro del Tepeyac. Construída en los alrededores del lugar de las apariciones. Las escalinatas para llegar a este lugar son todo un desafío a la condición física de cualquiera; me mareé y perdí la cuenta de los escalones ¡ah! mis enclenques patas y mis pulmones de fumador.
El Popocatépetl. (Captado desde el Cerro del Tepeyac). El Iztaccíhuatl. (También).  Un relieve de Juan Diego, en el interior de la Nueva basílica. A él si le habló la Virgen, no se estaba haciéndo desentendido. La Villa, se llega a ella en peregrinaciones tumultuosas o de rodillas;                                                                    un lugar de tradición y de fe, como cada quien la viva y como cada quien la entienda. Uno de los lugares más visitados -por el turismo extranjero y nacional- del Distrito Federal.

jueves, 11 de marzo de 2010

Locos

Diluvia desde el numen, salen asombrados, locos desnudos, se empapan de la savia prodigiosa, sacian su impaciencia con el maná sagrado que imploraban en la sequía y la hambruna.
Se alimentan de mágicos elementos, nutren cada uno de sus sentidos.
Aguzan el oído para captar la frecuencia de las musas.
Momentos con su propio tiempo, abren paréntesis inéditos en sus conciencias. Estallan en sus ojos visiones de universos ocultos, estructuras etéreas, ignoradas.
Perseveran pescando en remolinos siderales, descifran jeroglíficos secretos, para hacerlos terrenales.
Excéntricos cazadores, acechan en los confines de la demencia, atajando cometas errantes, siguen la pista de unicornios solitarios, cortejan a hadas de juventud eterna, huyen de seres fantasmales sin darles la espalda, son rescatados en la playa de La isla de nadie por sirenas piadosas.
Utópicos forasteros, habitantes de mundos ignotos, les refieren maravillosas leyendas de espíritus ancestrales; discuten con ellos la mejor forma de seguirlas heredando.
Corriendo entre nubes, eluden a dioses rampantes, que mandan contra ellos centauros salvajes, cíclopes armados con relámpagos, dragones del hades; todo para emboscar un elusivo sueño.
Redimidos en infiernos innombrables, renuncian a placenteros paraísos; amalgamando dicha, paz y amargura, plasman en códigos universales.
Cultivan frágiles simientes, para cosechar flores imperecederas, testando antiguos bienes que permanecen rozagantes.
Resucitan de prolongado vacío, retoman el paseo por la cuerda floja, arriesgando su cordura; deslizándose en blancos desiertos, conquistan oasis, los desprecian y continúan la marcha, sin marcar su rastro. Sobrevivientes de aventuras divinas, transcriben alucinaciones incubadas en sus mentes, en la búsqueda de recompensas sin valor. Negras gotas de alquímicos materiales, anegan la fuente de sus pensamientos, se desbordan los caudales. Dejan caer su obscura sangre en áridas nieves, que los observan expectantes, con mueca burlona los desafían, ofrendando su nívea pureza, ávida de ser fertilizada. Locos, les dicen, cual si fuera su nombre, su oficio, esa guirnalda corona sus sienes.

lunes, 8 de marzo de 2010

Probablemente no es el momento idóneo, las imágenes alteran mis pensamientos. Contengo las lágrimas; palabras rabiosas y desalentadoras, se anudan en mi garganta. Pero va a llegar el tiempo de emprenderla contra los asesinos de esperanzas, arrojarles el fuego que arde a mis espaldas, soltar el nudo de la resignación, darle curso a la ira. Dejar la sal caer por mis mejillas, desatar esta irracional bestia, apagar insulsas risas, derribar la indiferencia, arrojar la semilla en las conciencias, sin temer cosecha de funestas consecuencias. Comulgar con la violencia. No hay otra vía, este camino no ofrece decorosas salidas, la sangre debe ser vertida. Abolir el sufrimiento, torturar al tirano, demostrarle que es muy amargo el sabor del miedo. Salir del oscuro pasillo, tirar los muros cimentados en prejuicios, escupir el cadáver del verdugo. Detonar la revuelta colectiva, concretar la inconformidad que se revela en las tertulias. Avizoro el amanecer de un porvenir idílico, el mañana en que se derroque a la mentira, rebelarse contra la injusticia impositiva, aporrear la contumaz pasividad del capataz retrograda. Aventar la primera piedra, a pesar de que mis propios pecados me lapidan. Regresar de la noche, sin pesadillas en la memoria, las heridas bien sanadas, los difuntos seremos ángeles de la guarda, las misas se dirán por fiestas. Trascender, mas seguir siendo humildes servidores, ejecutando en las sombras. Allanar el camino hacia la gloria, ser obrero, compañero solidario, anónimo conspicuo.

martes, 2 de marzo de 2010

Gracias María, 
María del juicio perdido, 
María de las horas detenidas. 
Recuerdo esa noche, fue mi decisión conocerte a oscuras, a escondidas. Mientras la gente sana descansa, los enfermos cavan agujeros, donde meter su cabeza, ahogando ahí sus chillidos, sin molestar a los que duermen, solamente el Diablo, desde abajo, los mira satisfecho. La primera vez, sin ceremonias de por medio. Testigos: luna, estrellas y silencio total en los cielos. Recibí instrucciones previas, precisas, de un avezado amante tuyo. Con mano temblorosa te conduje a mi boca, tu cuerpo encendiéndose. Te besé profundamente, muchas veces; retuve tu sabor, contaba mentalmente, mi corazón se volvía loco, de nerviosa expectación. Despedí un poco de tu esencia, bruscamente; sentado sobre un montón de basura, sentí mi ser entero, entregándose a ti. Te sostuve entre mis dedos, viendo como ardías, consumiéndote. Apuré otro beso antes de tu extinción, eras ya en ese momento dueña de todas mis alteraciones. Aturdiste mis sentidos. Me apabulló el miedo acompañándose del frío, dejé que mi ser cayera al piso, abracé mis piernas, asustado como un niño. La brisa húmeda de verano regalaba sus caricias, tu espíritu rondaba en mis adentros, enloqueciéndome. Por un inquieto ensueño fui transportado insignes momentos; todo era mejor, la luz más brillaba, mi vista abarcó kilómetros de distancia, atónito escuché la voz de la nada, mi latido se unió al pulso del universo.
Llamaradas fantasmales cruzaban el firmamento, ánimas sin consuelo elevaban sus plañidos desde el infierno. Placer y miedo. Me levanté para danzar tus ritmos. El aire mecía mis miembros como un muñeco de titiritero, me hacía pedazos, me revolvía y de nuevo compactaba mi quebrantado cuerpo; caminaba de puntillas sobre un inestable suelo, quería volar, me presentía ingrávido, buscaba la salida del otro lado del agujero. Un agudo grito alarmó a la noche, ella quiso cubrir a las estrellas con un manto más oscuro. El desorden derrotaba poco a poco la impasibilidad celestial. Tétricas sirenas de ambulancias, lastimeros aullidos de perros callejeros, cacofonía de grillos desquiciados, in crescendo, el pitido de un tren derruido, aves de hierro ensordeciendo desde arriba, mezcolanza de ruidos y destellos, cegadores destellos. Choque de oscilaciones incontrolables, rebotes en retroceso sin sentido, átomos y planetas perdiendo los ejes, sin puntos relativos. Después de unas horas-años luz, el escorpión arremetió contra mis sienes, flagelando mi mente embotada. Pude verme, en los últimos instantes de tu dominio, los ojos abismados, árida la boca, un organismo entero entumecido, ambigua mueca en un rostro cetrino. El incipiente sol me provocaba escalofríos.
Arrastrándome, logré llegar a mi lecho, buscando desesperado, el sosiego inmerecido. 
Adiós, 
María de los caminos borrados, 
María del fuego prohibido.

domingo, 28 de febrero de 2010

Voy a morirme, como gota de agua en el desierto, palabra callada, recuerdo incierto, caricia rechazada. Desapareceré, igual que un ideal olvidado, sueño nonato, deseo apagado, abstenido intento. Mis santos, están desnudos, hambrientos, arrodillados. ¡Llanto aprovecha la tristeza y viértete! Me lamento ahora por mi muerte, imposible hacerlo posteriormente. Lo arrostro terrenalmente. Muera primero el dolor, a continuación yo; los últimos segundos, libre del rencor, no siento más temor. Me he perdonado.

miércoles, 17 de febrero de 2010

Miraste a la muerte viniendo de frente, no sostenía libro ni balanza, su rostro impasible, nada decía, por eso le llaman la parca. Suceso inesperado te suprimió de la vida, fuiste desintegrado violentamente, arrojado a donde nadie sabe, el lugar no esta situado en mapa alguno; es imposible percibirte en este sopor, eres una presencia imperceptible, en un punto impreciso, del llano abismal que es la inexistencia. Procedes a crear tu limbo sin sufrimiento, ha vuelto a su origen el pensamiento. De colores y figuras no puedes hacer uso, no es oscuridad, tampoco ausencia, brevedad interminable, efímera eternidad, transitoria; feneció la memoria, te llamas Ánima, careces de forma, mas eres dueño de esta vacía vastedad.

lunes, 8 de febrero de 2010


Con recurrencia sueño ser habitante de una ciudad en la que existe una sola calle principal, la cual es amplia e interminable; camino por ella como en una banda sin fin. La calle es toda la ciudad.
Los autos pasan sin hallar aparcamiento. Inacabable calzada donde van y vienen lo deseado y lo que se ignora.
Ruido y mucho humo enrarecen el ambiente, gritos chillones de carros indomables, piloteados por robots desquiciados que presumen un desigual dominio.
Gente atravesando de una acera a otra, combatiendo sordamente, cada uno solo; riadas de autómatas angustiados, llegando siempre tarde. Transeúntes taciturnos, osados, se hacinan en banquetas de dimensiones insuficientes, con escasa precaución juegan al equilibrista en las orillas, evitando penosamente ser agredidos.
El asfalto se empeña en detener la marcha de autos y personas.
Centauros metálicos de patas vulcanizadas lucen sus cromadas crines; rugen galopando raudamente, eludiendo los obstáculos móviles.
No hay armonía en esta vía.
Caminos serpenteantes y callejones estrechos, semejantes a vértebras arruinadas, empiezan y terminan en ella. A sus flancos, barrancos copiosos de desechos amurallan los caminos.
El cielo ofrece su límpida faz, con un sol fustigante desde el cenit, aniquilando cualquier asomo de agua en el aire o el pavimento; ninguna construcción o árbol logra dar sombra a los peatones que deambulan somnolientos.
Un ángel desastrado, otea con ojos lacrimosos, posado en su nube de hollín. Dragones descalzos calientan el aire al rojo vivo en cada cruce. Malabaristas de la pobreza, ataviados con caretas de jolgorio insisten en que se practique la caridad.
En mi desvarío onírico, el gentío no sabe a donde va, aún teniendo referencias exactas: entran y se pierden, salen confundidos, sube sin ganas, bajan ansiosos, corren sin meta fija, chocan unos con otros, retornan al mismo lugar, compran sin necesidad, venden , tranza, bebe, fuma, insulta y su humanidad se pierde cada vez más.
Al despertar, inicia la innegable pesadilla.

lunes, 1 de febrero de 2010

Dios, inspiración, musas. ¿Quién, siembra mi mente con pensamientos súpitos, en instantes súbitos? ¿Si niego a alguno de ellos excluyo a los otros dos?
Las musas son un invento, representadas con alta gracia, por cierto; se presume poseen la facultad de excitar una específica habilidad.
Inspiración, indefinible como todo lo inmaterial; se le atribuyen magníficas creaciones, preceptos dictados por impalpables visiones. En ninguno se muestra la genialidad como una prenda ordinaria, sin embargo está, pura e intacta, aún al ser desaprovechada. Es un don acrecentable, si bien nada obliga a cultivarle.
El diamante lo es aunque se halle enterrado, aún sin pulimento; luce después del trabajo de manos diestras.
¿Entonces, Dios dónde tiene cabida?
Para mí, la inspiración y Él son lo mismo en un momento dado, exclamo fascinado tomando dictado, cuando con esa dadiva soy agraciado. Sin embargo me he convencido que el esfuerzo es gran parte del resultado.
Esto no es un tratado acerca de lo sabido, lo declarado o lo confirmado; mucho menos de lo oculto. Ni un ejercicio de convencimiento.
Necio es negar lo que afirmamos nulo.
Hago constar mi creencia y también el escepticismo que me genera desconsuelo.
¿De cuál fuente provienen los recursos, la facultad de evolucionar? Considerando la evolución como un proceso de constante mejora para la esencia del ser.
¿Una explosión improbable? ¿Un Dios sin virtudes ni potestad?
Imprecisas teorías, suma de equívocos consolidan verdades inciertas.
Y si la historia llega a un final, quizá todo sea mentira.
¡Dios mío, cuántas perennes dudas!

lunes, 25 de enero de 2010

Un ser tan sencillo como singular, se traslada en Taxi. Portaba cara de mujer, sus manos colmadas de esmero, aplacando el cabello a un infante malhumorado; repasando apuntes con una adolescente en pose de femme fatale.
Ni el enojo o la indiferencia quebrantan su natural bondad, organizando los ínfimos detalles por otros omitidos, mientras se entera de infames sucesos acaecidos; pulcritud, mesura, calidez en su voz y sus maneras, dando a las palabras fuerza y ternura; atenta abarcando todo su entorno.
Este espacio ambulante quedó saturado con artificiosos aromas, encomendados a ensalzar su peculiar encanto; embelesado por su longanimidad flotamos encima del transito de la ciudad.
Su risa sencilla suaviza la tensa prisa.
Su mirada colmaba el retrovisor, distinguí sólida determinación; con afable deferencia tuvimos breve, amena e inocua charla.
Vestida como para conquistar al día; su mejor accesorio: el control de ella misma.
Mujer trabajadora, como tantas, una ovación a todas. -Aquí bajo, gracias, -a bregar en su vida, pensé yo. Miro a mí alrededor, la urbe en marcha luego de días de ocio. Prodigios rutinarios realizados por comunes ciudadanos. Curiosamente es un recuerdo persistente.