Un
grito de asombro se regocija en sus ojos de cielo atardecido, respira la sorpresa, inhala con vehemencia y la deja fluir por sus arterias. Se entierra bajo la
piel de una sombra, para descifrar los secretos encriptados tras el silencio, llenando
de sensaciones inexplicables un pensamiento inédito. Decide salir, se adelanta
a la materia, empeñada en ir contra los elementos, recorre varias noches y sus
días o viceversa, más nunca de reversa, en el irrepetible placer de complacerse
entera; se abandona al vacío y al desearlo regresa, en una lluvia de estrellas,
quedando suspendida entre la luna y la Tierra, despacio se abandona sobre las
mejillas agrietadas de un rostro demacrado, pero de férrea lozanía que en ciclos
se renueva. Ahora a voluntad, en seguida de la metamorfosis de polvo estelar a
polvo terrenal, pródiga se dispersa y pende como ínfima partícula, en la suave
superficie de un pétalo fragante, bella trampa a la espera de una presa ávida y laboriosa; sostenida por su vigoroso aleteo, la víctima se presenta, pero es hábil
y se envuelve de polen sin tocar el veneno, buena lección de la naturaleza. Montada
sobre el viento, viaja adherida a un ente prodigioso, mientras su cuerpo yace
en un apartado del pasado pausado; Eugenia se inquieta, al dejarse transportar
en el espacio de un instante, que dentro de su consciencia, se halla detenido,
escucha al aire moverse en un solo sentido, como una nota sostenida de un
sonido sin origen y a pesar del súbito temor sonríe, pues quiere seguir siendo polvo
de vida viajando pegada al cuerpo de un ser increíble, de progenie milenaria, cruzar
ese universo y dejarse expeler dentro de un templo, reposar entre zumbidos
hacendosos, que sólo saben de plazos marcados por la oscuridad y el sol.
Pero
Eugenia se extraña y la dosis de fantasía no alcanza para soportar otro cambio,
la ensoñación se torna confusa, siente a su boca paladear la hiel de lo real,
en esa condición diminuta el miedo amenaza desintegrarla y entonces, dócil se
abandona al regreso indeseado, reincorporándose a la carne que habita, a la
vida que detesta; arcadas la despiertan, pero voces de abeja zumban dentro de
su cabeza; sus alas se han plegado, sin embargo ella considera al dolor un
intruso, piensa que el viento aguantará su peso y atraviesa el cristal, cuando
el día regresa. Tras de sus ojos cerrados la realidad se muere y el sueño
vuelve a ser su mundo; aunque esta vez sí duele, Eugenia vuela.
9 comentarios:
Me gustó,bien narrado y redactado,muy bueno
Gracias por venir a leer y comentar.
Te mando un fuerte abrazo, Mario.
Cuídate, luego nos leemos.
hago uso de mi facultad de opinar y te felicito
no me habia percatado del fondo con paris mirandonos mientras tratamos de leer
buen detalle
suerte men
Como siempre, amigo, deleitándonos con un magistral juego de figuras literarias, eres todo un maestro usando este tipo de prosa.
Buen relato.
Abrazos.
Gracias mi buen Reptilio.
Están chidas las plantillas de blogger.
Gracias Antony, me alegra que lo aprecies.
Salu-dos, que estén muy bien, luego nos leemos.
Eugenia es una virtuosa...
Sogniar debe ser materia de educacion elemental.... mtaaaaa pero la educacion esta de la sheetttt verdad????
Yo suegnio y vuelo y suegno y vuelvo a volar.....nomas aterizo para horrorizarme, por eos mejor sigo en mi vuelo.
Bellisimo tu disegno...
Me aceptas un cafe?
2046
Simón, Pelón, Tú dices.
No estoy segura pero me llamó la atención el nombre de tu protagonista, me parece que es la primera vez que usas un nombre en tus textos.
Saludos PHERRO chafirete y ruletero.
Hola Malque.
Un nombre de mujer sí.
Cuídate, luego nos leemos.
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