lunes, 3 de febrero de 2014

Los pensamientos


Todos bajaron al mismo tiempo,
buscando a alguien que no durmiera,
alguno atento al silencio,
con la vista perdida en el cielo,
las manos prestas a la acción.
Hallaron a un borracho
ahíto de insomnio,
que pedía con la boca seca
un poco de ingenio,
para ponerle nombre
a los fantasmas y sombras
que lo visitaban con frecuencia.
Todos lo miraban callados,
lloraba sin razón, reía de repente,
oraba con fervor urgiendo al cielo,
parecía morir sin fe.
Uno de ellos se adelantó,
quiso darle esperanza, nada más;
los otros lo amonestaron,
por si sola no serviría de nada,
debían darle dudas y
certezas, visiones y sentimientos;
ese hombre era un loco
al borde de la renuncia,
pero querían verlo
luchar un poco más.

Siguieron observando,
aquel desdichado se arrastró,
veía lo mismo en cualquier sitio,
la nada invadió su cabeza,
supo sin dudas que era amo de su paz.
Ahora todos ellos desearon poseerlo,
hacer que de sus manos cayeran palabras,
crear un mundo nuevo  en ese vacío,
ceñir toda la historia en unos pocos signos.
En la mente del hombre, los fantasmas
empezaron a murmurar, las sombras
se separaron unas de otras, cada una
con su propia vida, en forma de palabra.
Y todos esos pensamientos,
yacen en su blanca mortaja,
bien guardados, en un cajón.

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